lunes, 7 de julio de 2014

Una identidad variable


  “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” de Eduardo Sacheri fue el disparador que nos hizo plantearnos qué es la argentinidad. Pero al momento de desarrollar una concepción concreta, nos dimos cuenta que nos era imposible cerrar una opinión. Desde allí surgió la idea de indagar sobre el significado de identidad. Así, partiendo de la hipótesis de que el autor construye esta idea de pertenencia nacional a partir de prácticas y hábitos ejemplificados en los protagonistas del cuento; y usando diferentes autores a lo largo de la historia argentina, como por ejemplo las distintas miradas acerca del tema.
  ¿Por qué decidimos tomar “Decí que el Carozo es un tipo de recursos”? Porque el texto está escrito en un contexto de crisis, no solo política y económica, sino también social y de identidad. Como es usual en el autor, toma como referencia al fútbol como un supuesto denominador común en el pueblo argentino. Elige a un grupo de jóvenes para ejemplificar la devaluación social. Coqui, los mellizos, el Cabezón, Vicente, el Carozo y Cacho son los protagonistas de la historia, los cuales se complotan siguiendo un plan del Carozo, para lograr que Coqui (uno de los “pibes” que decide irse al exterior) se quede. Utiliza un lenguaje coloquial, palabras del lunfardo, como “che” o “jeta” frases como “nos morimos todos fritos”; y costumbres que él supone completamente argentinas.
  Frente a esta concepción y creación de la argentinidad, planteamos una idea diferente, poniendo en duda la concepción de identidad y pertenencia de Sacheri, entendiéndola como estereotipada y cosificada. Oponemos el texto con los escritos de Fontanarrosa, Moreno Navarro, Chiriguini, Forn y José Hernández para comparar las nociones de identidad y ser argentino, así como proponemos nuestra propia definición, el lugar desde donde nos paramos para pensar estos cuentos en función de lo que relatan, el contexto y nuestras propias nociones.
  No debemos olvidar que desde nuestro rol de críticas entendemos a la crítica como un lugar para interpelar la realidad. No descubrimos nada nuevo, nada escondido en la obra, sino que hablamos de ella, la interpretamos, la desmenuzamos creando un discurso que hable de un mismo discurso. Entendemos que la crítica es crítica de la obra que analizamos, pero también crítica de sí misma, lo que nos obliga a empaparnos de nuestra propia realidad, del contexto, de la existencia histórica que nos corresponde. Hablamos de historias que ya se contamos, pero las planteamos desde nuestro presente, desde nuestra historia, entendiendo que la subjetividad no existe, y que tampoco nos interesamos en intentar alcanzarla, tenemos una postura. Planteamos una hipótesis, y la intentamos demostrar con argumentos. No buscamos la verdad de ese discurso analizado, es decir, si Sacheri plantea el real ser argentino, sino que analizamos la validez del discurso, el cómo se hizo. Entendemos que como críticas debemos ser sensibles, curiosas, “expertas en un tema”, buscar en la obra un desvío, obra con la cual nos comprometemos, resaltar lo olvidado. Queremos hacer oír nuestras voces como voces como verdaderas.
  Tenemos que encontrar como críticas las relaciones entre nuestro lenguaje crítico y el lenguaje de nuestro autor analizado, en este caso Sacheri. Pero además tenemos que entender que debe existir una relación entre nuestro lenguaje y el mundo en el que vivimos.
  Así planteamos descubrir cómo se construye la argentinidad en el cuento “Decí que el Carozo es un tipo de recursos”, suponiendo que el autor lo hace a partir de las prácticas y hábitos cotidianos de un grupo de jóvenes de barrio durante la crisis de 2001. Entendiendo, como ya dijimos, que en ese momento histórico la identidad se diluye y es inestable, parece necesario establecer parámetros comunes para contribuir a reconstruirla. Además consideramos que es una visión incompleta del ser argentino, en donde el escritor cosifica y estereotipa ciertos elementos que cree hacen a la argentinidad.
 
II 
  Revisemos un poco de historia. Según Isidoro Moreno Navarro en su trabajo “Identidades y rituales”, la identidad no es totalmente variable, no es volátil, hay rasgos más perdurables que otros que se van redefiniendo. Se opone a Sacheri al entender que esta no son los rasgos que tienen en común un grupo para identificarse, sino los rasgos a los que los sujetos apelan para identificarse con los otros. Destaca tres principios estructurales de la identidad, ellos son la etnicidad, el género y los procesos de trabajo bajo relaciones de producción específicas; elementos que tienden a modelar una cultura globalizante que no tienen una existencia real separada sino que configuran modelos abstractos de referencia que están interconectados y funcionan en el marco general de la cultura hegemónica dominante.
  Moreno sigue explicando que, la interacción entre elementos componentes de cultura de trabajo, cultura de género y cultura étnica da como resultado una matriz cultural, es decir, un sistema no armónico, con contradicciones y desajustes que funciona en cada individuo como base de sus percepciones, su interpretación de las experiencias, y sus comportamientos, una matriz de su identidad.
   Los nuevos principios de estructuración social genera que la cultura dominante presione para anular los componentes de la clase de las culturas del trabajo, trata de hacer desaparecer los elementos de resistencia de las culturas étnicas, consintiendo sólo los elementos folclorizados que pueden funcionar como bienes de consumo, y refuerza o modifica algunos aspectos de las culturas de género para garantizar la reproducción del sistema global con los menores costos para éste.
  María Cristina Chiriguini plantea en “Identidades socialmente construidas” que la identidad implica la pertenencia a algo, un nosotros, y simultáneamente la diferencia con un algo que no somos, un otro, que conforma un universo cultural distinto. Esto si se ve en el cuento analizado. Los jóvenes son parte de un grupo con el cual comparten determinadas características, como la pasión por el club, la amistad que los une desde niños, las “macanas” que compartieron.   Pero estas similitudes las plantean desde el momento en que toman conciencia de un otro diferente, parte de un conjunto social, de otro que representa características ajenas a la propia. Las identificaciones se elaboran en el plano de las subjetividades de acuerdo con nuestra propia experiencia individual, dotando de diversidad al grupo social de pertenencia. Se produce un doble proceso de experiencias compartidas, colectiva y particularmente, es decir, la manera en que procesamos esas experiencias, no como individuos, sino como sujetos sociales, desde el momento que tomamos conciencia de nuestra pertenencia a un grupo social.
Jauretche, por otro lado propone una serie de ideas sobre cómo nos vemos a nosotros mismos. Afirma que: “Para pensar como argentinos necesitamos ubicarnos en el centro del mundo y ver el planisferio desarrollado alrededor de ese centro; que nunca seriamos nosotros mismos si continuamos colocándonos en el borde del mapa, como un lejano suburbio del borde del mundo”. Escribe bajo la mirada del argentino que valora lo propio y observa como el resto no lo hace, se sale de la visión europeísta y plantea una latinoamericanista. “La incapacidad para ver el mundo desde nosotros mismos ha sido sistemáticamente cultivada en nuestro país”.
  Juan Forn, en su nota para el bicentenario argentino “Los otros”, expone qué es para él ser argentino: “Para mí, las fechas patrias son patrimonio de ellos; del resto de los argentinos son todos los demás días del año, los días silenciosos, los días en que no se conmemora nada (salvo, en todo caso, el hecho de estar vivos). Es una manera cabrona de ser, lo reconozco. Pero no lo puedo evitar: ésa es la Argentina con la que me identifico. Yo creo que somos una cosa que salió mal, deforme, una contradicción caminante”. El periodista plantea una visión muy personal del argentino, centrada en el día a día, no revaloriza los días festivos o los actos patrios, sino que percibe la argentinidad en el cotidiano diario. Esto se relaciona con el texto de Sacheri ya que el autor revaloriza la argentinidad en cosas corrientes como un partido de fútbol, juntarse entre amigos y jugar en el barrio, no expone grandes festividades ni encuentros, sino aquellos que se suceden a diario.
  Y agrega: “Quiero decir con todo esto que los argentinos que más me gustan son los renegados, los que se salieron de donde estaban en busca de un lugar que les resultara más apropiado, espiritualmente hablando. Lo más argentino que tenemos, o lo que más me gusta a mí, es lo espurio, lo bizarro, lo contradictorio. “Yo soy de acá. Yo soy de este lugar porque este lugar es como yo””. Lo que deja al descubierto Forn es que todo lo que fue sucediendo en estos doscientos años de vida que tiene argentina nos afecta irremediablemente. Él habla desde la literatura, desde su lugar de interés, donde se puede crear a nuestro antojo. El cuento de Sacheri plantea una identidad definida por elementos cotidianos, y habla en un lenguaje muy comprensible para quien lee que será producto de su argentinidad.
  Retomando a Jauretche, en “Manual de zonceras argentinas” tomaremos en un primer momento la primera zoncera que es Civilización y Barbarie: “Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar —si Nación y realidad son inseparables—." Vemos de inmediato, en la zoncera que sigue — el mal que aqueja a la Argentina es la extensión— cómo para esa mentalidad el espacio geográfico era un obstáculo, y luego, que era también obstáculo el hombre que lo ocupaba —español, criollo, mestizo o indígena— y de ahí la autodenigración.
 
III 
El escritor habla y critica la visión europeísta, plantea la denigración por parte de los propios argentinos. En “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” se deja entrever esta visión ya que Coqui se marcha a Estados Unidos para encontrar mejores oportunidades, porque cree que estar allá es mejor.
Finalmente, escribe para gente que usa la expresión “que país de mierda:” La fanfarronería —más porteña que argentina— es susceptible de corrección. ¿Pero cómo corregir al tilingo que es el fruto buscado de una formación mental a base de zonceras peyorativas que con el respaldo de próceres al caso, ha afirmado nuestra inferioridad como punto de partida inseparable de su "civilización"?”. El autor insiste en que todas estas miradas se tratan siempre de nuestra mentalidad colonial, y concluye: “Me interesa a través de lo referido señalar cómo hay una natural predisposición denigratoria que no es otra que el producto de una formación intelectual dirigida a la detractación de lo nuestro”.
Según Jauretche la argentinidad se ve atravesada por procesos que hacen a la europeización del país, tenemos que llegar a alcanzar aquel modelo que es el correcto. En el cuento, más allá de entreverse el contexto en el que se vive, no se ponen en tela de juicio la historicidad de los procesos que hacen que se llegue a esto.
 
IV 
Toda obra literaria contribuye a la construcción de la identidad, pero determinados autores expresan directamente cuál es su concepción del ser argentino. Así José Hernández, en 1872 escribía el famoso “Martín Fierro”, ícono de la literatura gauchesca, adoptada como propia por el pueblo rioplatense y calificada como notablemente popular. María Teresa Bella y Jordi Estrada introdujeron la edición del año 1960 y la definieron como la “máxima expresión literaria del ser nacional argentino”. Allí detallaron las enormes distancias y lejanías que caracterizaban al territorio nacional y al gaucho como el “tipo humano característico de estos paisajes en el siglo XIX”.
   Por otro lado, Hernández advierte que el gaucho, como tal, está destinado a desaparecer en la sociedad argentina de fines del siglo XIX, aunque no de manera total, porque este personaje real, a pesar de sus defectos, representa la creación de la Nación Argentina: "ese tipo original de nuestras pampas, [...] al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo".
   En la actualidad, el gaucho es visto como la máxima expresión de la argentinidad, pero en la época que describe José Hernández, éste era denigrado, discriminado, esclavizado, tomado como un borracho y vago, como el último escalón de la sociedad. Esto da cuenta de cómo se va transformando la concepción del ser argentino a través del tiempo y de la necesidad de la historicidad en la construcción de la identidad. En “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” deja de lado esta historicidad y toma como elementos fundamentales al fútbol, las reuniones entre amigos y la vida de barrio. Así como la identidad nacional se fue forjando a través de luchas entre clases, revoluciones y crisis, el cuento revaloriza la amistad como valor indiscutido en esta construcción.
  Roberto Fontanarrosa, autor contemporáneo, contribuye a la construcción de la identidad a lo largo de todas sus obras, mostrando implícita o explícitamente, actitudes, costumbres, personajes y descripciones característicos de nuestro país. Un claro ejemplo es el cuento “El mundo ha vivido equivocado, publicado en el año 1982.
  Relata una conversación entre dos amigos que fantasean cómo sería su día perfecto. La clave del mismo son los lujos y las mujeres: debería transcurrir en un hotel 5 estrellas de una isla del Caribe, con catamaranes, pianistas negros y tragos extravagantes y hasta expresan que si “tenés guita, qué más querés”, “no como acá”. Fantasean con una mujer europea, que fuma cigarrillos marca Gitanes, es rubia, “es una mina de ésas de James Bond, de ésas bien de las películas. Un aparato infernal. Digamos, todo el hotel es de las películas. Con piletas, piscinas, par¬ques, palmeras, cocoteros, playa privada”.
  Constantemente marcan que no es una mujer argentina, por diversas actitudes que tiene y decisiones que toma, como por ejemplo que va a tener una respuesta afirmativa frente a la invitación porque “está en el gran mundo internacional y sabe lo que quiere”. Hace referencia a personajes norteamericanos o europeos, como Jaquelín Bisset, Robert Mitchum, Romy Scheneider, Catherine Deneuve, Ornela Vanoni y Farrah Fawcett; nombres que, aunque el lector desconozca, puede percibir que no son argentinos.
  También marca el deseo constante de tener la razón en todo o, por lo menos, opinar simulando tener conocimiento de todo. Por ejemplo, al contar que la mujer de la cual se está hablando, se besaría con un hombre pero “viste como son los yanquis, se besan por cualquier cosa” o que “los yanquis, los ingleses por ahí ven una mina que es una bestia increíble y no se les mueve un pelo. Ni se dan vuelta. No dan bola. No son latinos”. O, al comienzo del cuento, cuando opinan sobre una isla que ni siquiera están seguros de que exista. O cuando afirman que “la mina habla en voz baja, como se habla en esos ambientes internacionales”. El remate de la historia también es característico de esta necesidad de los protagonistas, que podría trasladarse a la de los argentinos, cuando Hugo afirma que “El mundo ha vivido equivocado”, frase que nombra al relato y que explica una teoría del personaje pero, sobre todo, hace alusión a este modo de pensar; aunque mi pensamiento difiera del que tiene el resto del mundo, yo soy el que tiene la razón.
  Por otro lado, el relato está colmado de expresiones argentas, como “grone”, “mina”, “chamuya”, “boludeces”, “dar bola”, “macho”, “calentarse”, “estar duro tipo”, “hacerse el bocho”, “apoliyo”, “puchos”, “mate” (cabeza), “la puta que lo reparió”, “te cagó”, “te la atracás”, “junar”, “te cagás en las patas”, “garpar”, “pilcha”, “morfar” y hasta en el momento en el que lograría hablar con la mujer, festejan con un “¡Vamos Argentina todavía! ¡Se viene abajo el estadio!”; características de nuestra forma de hablar que no permiten que nos olvidemos de que, si bien los fantasías transcurren claramente en otro lugar, son sólo una utopía y los soñadores permanecen físicamente en el bar El Cairo, sito en la calle Santa Fe de Rosario.
Así como en este cuento se utiliza el lunfardo y el lenguaje coloquial, Sacheri hace lo mismo en su cuento. Ambos escritores apelan a este lenguaje para lograr una cercanía con el lector a través de la identificación con los personajes. Por el contrario, Fontanarrosa expone en su cuento cómo nos ven los de afuera en relación a cómo nos vemos nosotros mismos en pos de contribuir a la construcción de la argentinidad, aspecto que Sacheri deja de lado. Aparece, una vez más, esta autodenigración de la que habla Jauretche, de valorar lo ajeno y no lo propio.
El cuento “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” fue publicado en el año 2001, antes de que estallara la crisis económica y social más grande que sufrió nuestro país. Fue escrito en el período neoliberal de los 90, época de significativas privatizaciones de empresas estatales, reducción del gasto público, aumento de la deuda externa a casi 100 mil millones de dólares, implementación del plan de convertibilidad; provocando altos niveles de desempleo y que más de un tercio de su población estuviera sumida en la pobreza.
Entre el 19 y 20 de diciembre de 2001, los argentinos salieron a la calles haciendo sonar sus cacerolas y cantando “que se vayan todos”, una consigna que resumía el hartazgo con la dirigencia política y los funcionarios de gobierno. A su vez, en medio de una situación social desesperante, muchedumbres saqueaban de supermercados y 39 personas murieron a causa de la represión policial. Así, en sólo doce días, cinco presidentes pasaron por la Casa Rosada. Si bien el cuento fue escrito antes de este estallido, ambos son productos de construcciones que se venían gestando hacía décadas. Las políticas de gobierno que se llevaban a cabo hacía 30 años, promovían la construcción de un imaginario colectivo de desprecio de la industria argentina y de sobrevaloración del producto importado, tanto de “consumo” material como cultural. Emigrar a países “desarrollados” era el único modo de progreso que veían los argentinos en esa época. En el exterior se proyectaba el progreso eterno, es así que el protagonista del cuento analizado, Coqui, tomaba la decisión de irse a estudiar a una universidad de California, porque “mirá cómo están las cosas acá, no hay laburo, no hay un mango, decime para qué carajo me maté estudiando todos estos años”, les decía a sus amigos cuando les daba la noticia.
 
Por otro lado, al hablar específicamente del autor, vale decir que Sacheri trabaja aspectos o temáticas cotidianos como historias de amor, drama o amistades, vivencias de la “gente común”; toma como base de los relatos al fútbol y sobre ellos construye otro como segunda temática incluida en el cuento. Entonces, se basa en dos narraciones que van de la mano para lograr unirse o encontrar su conexión en el final. Ricardo Piglia, en su “Tesis sobre el cuento” explica que el cuento consta de dos relatos, uno visible y el otro que se devela en el final. Lo que hace Sacheri es evidenciar ambas historias: la de la partida de Coqui y los episodios de los amigos al planear la forma de evitarlo y lo que tiene que ver el fútbol con esto. Al final, las junta a modo de conclusión. Sacheri, entonces, utiliza el elemento del fútbol para darle un fundamento a la historia, darle inicio al relato, poder unir elementos de lo cotidiano y dar paso al nudo y al final.
No enfatiza en aspectos sociales importantes, tales como la pobreza, el racismo o la política, sino que decide usar temas simples, que no tengan necesariamente que plantear un nuevo modo de ver las cosas.
Hay varios cuentos de Sacheri que se enfocan en un contexto determinado, tales como: “Frío” que relata la historia de un ex combatiente de la Guerra por Malvinas o “En paz descansa” que relata una historia sucedida en los años ’80. Es posible que la extensión de sus cuentos no permita armar una explicación del contexto sociopolítico de las épocas de las que habla o no deje analizar aspectos profundos de tales.
Utiliza la primera persona del plural. Así, al usar el “nosotros” interpela al lector y permite que éste se sienta parte de los relatos. Además, al contar historias y hechos de la vida cotidiana con un lenguaje que corresponde con la temática tratada, con la utilización de palabras coloquiales, en especial de insultos y términos del lunfardo; se da cuenta que la historia que se está contando ocurre en la Argentina. Independientemente de lo que se describe en ella, el modo de hacerlo manifiesta la temática.
Lo que pasa, le pasa a la gente común. Hombres y mujeres de esos que caminan todos los días por la calle toman el subte o el colectivo, tienen empleos grises y se juntan en un café o en la piecita de la terraza de un amigo. Justamente por eso resulta tan fácil identificarse con cualquiera de ellos.
El argentino es aquel que decide serlo culturalmente, por nuestra historia, por nuestros libros, música y pintura. Decidimos serlo tomando cuestiones que nos caracterizan y atraviesan ¿Quién dice si el argentino es de determinada manera o no lo es?
No tomamos una única definición de lo que somos porque no es posible definir algo cambiante y heterogéneo. Todos pensamos de un modo distinto, nuestros pensamientos cambian con el tiempo. La sociedad argentina, así como todas, es cambiante, vertiginosa.  Por eso no es adecuado establecer una definición.No tomamos una única definición de lo que somos porque no es posible definir algo cambiante y heterogéneo. Todos pensamos de un modo distinto, nuestros pensamientos cambian con el tiempo. La sociedad argentina, así como todas, es cambiante, vertiginosa. Por eso resulta imposible hallar una definición que se adecue a todos “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” de Eduardo Sacheri fue el disparador que nos hizo plantearnos qué es la argentinidad. Pero al momento de desarrollar una concepción concreta, nos dimos cuenta que nos era imposible cerrar una opinión. Desde allí surgió la idea de indagar sobre el significado de identidad. Así, partiendo de la hipótesis de que el autor construye esta idea de pertenencia nacional a partir de prácticas y hábitos ejemplificados en los protagonistas del cuento; y usando diferentes autores a lo largo de la historia argentina, como por ejemplo las distintas miradas acerca del tema.    ¿Por qué decidimos tomar “Decí que el Carozo es un tipo de recursos”? Porque el texto está escrito en un contexto de crisis, no solo política y económica, sino también social y de identidad. Como es usual en el autor, toma como referencia al fútbol como un supuesto denominador común en el pueblo argentino. Elige a un grupo de jóvenes para ejemplificar la devaluación social. Coqui, los mellizos, el Cabezón, Vicente, el Carozo y Cacho son los protagonistas de la historia, los cuales se complotan siguiendo un plan del Carozo, para lograr que Coqui (uno de los “pibes” que decide irse al exterior) se quede. Utiliza un lenguaje coloquial, palabras del lunfardo, como “che” o “jeta” frases como “nos morimos todos fritos”; y costumbres que él supone completamente argentinas.    Frente a esta concepción y creación de la argentinidad, planteamos una idea diferente, poniendo en duda la concepción de identidad y pertenencia de Sacheri, entendiéndola como estereotipada y cosificada. Oponemos el texto con los escritos de Fontanarrosa, Moreno Navarro, Chiriguini, Forn y José Hernández para comparar las nociones de identidad y ser argentino, así como proponemos nuestra propia definición, el lugar desde donde nos paramos para pensar estos cuentos en función de lo que relatan, el contexto y nuestras propias nociones.No debemos olvidar que desde nuestro rol de críticas entendemos a la crítica como un lugar para interpelar la realidad. No descubrimos nada nuevo, nada escondido en la obra, sino que hablamos de ella, la interpretamos, la desmenuzamos creando un discurso que hable de un mismo discurso.     Entendemos que la crítica es crítica de la obra que analizamos, pero también crítica de sí misma, lo que nos obliga a empaparnos de nuestra propia realidad, del contexto, de la existencia histórica que nos corresponde. Hablamos de historias que ya se contamos, pero las planteamos desde nuestro presente, desde nuestra historia, entendiendo que la subjetividad no existe, y que tampoco nos interesamos en intentar alcanzarla, tenemos una postura. Planteamos una hipótesis, y la intentamos demostrar con argumentos. No buscamos la verdad de ese discurso analizado, es decir, si Sacheri plantea el real ser argentino, sino que analizamos la validez del discurso, el cómo se hizo. Entendemos que como críticas debemos ser sensibles, curiosas, “expertas en un tema”, buscar en la obra un desvío, obra con la cual nos comprometemos, resaltar lo olvidado. Queremos hacer oír nuestras voces como voces como verdaderas.    Tenemos que encontrar como críticas las relaciones entre nuestro lenguaje crítico y el lenguaje de nuestro autor analizado, en este caso Sacheri. Pero además tenemos que entender que debe existir una relación entre nuestro lenguaje y el mundo en el que vivimos.Así planteamos descubrir cómo se construye la argentinidad en el cuento “Decí que el Carozo es un tipo de recursos”, suponiendo que el autor lo hace a partir de las prácticas y hábitos cotidianos de un grupo de jóvenes de barrio durante la crisis de 2001. Entendiendo, como ya dijimos, que en ese momento histórico la identidad se diluye y es inestable, parece necesario establecer parámetros comunes para contribuir a reconstruirla. Además consideramos que es una visión incompleta del ser argentino, en donde el escritor cosifica y estereotipa ciertos elementos que cree hacen a la argentinidad.    IRevisemos un poco de historia. Según Isidoro Moreno Navarro en su trabajo “Identidades y rituales”, la identidad no es totalmente variable, no es volátil, hay rasgos más perdurables que otros que se van redefiniendo. Se opone a Sacheri al entender que esta no son los rasgos que tienen en común un grupo para identificarse, sino los rasgos a los que los sujetos apelan para identificarse con los otros. Destaca tres principios estructurales de la identidad, ellos son la etnicidad, el género y los procesos de trabajo bajo relaciones de producción específicas; elementos que tienden a modelar una cultura globalizante que no tienen una existencia real separada sino que configuran modelos abstractos de referencia que están interconectados y funcionan en el marco general de la cultura hegemónica dominante.Moreno sigue explicando que, la interacción entre elementos componentes de cultura de trabajo, cultura de género y cultura étnica da como resultado una matriz cultural, es decir, un sistema no armónico, con contradicciones y desajustes que funciona en cada individuo como base de sus percepciones, su interpretación de las experiencias, y sus comportamientos, una matriz de su identidad.    Los nuevos principios de estructuración social genera que la cultura dominante presione para anular los componentes de la clase de las culturas del trabajo, trata de hacer desaparecer los elementos de resistencia de las culturas étnicas, consintiendo sólo los elementos folclorizados que pueden funcionar como bienes de consumo, y refuerza o modifica algunos aspectos de las culturas de género para garantizar la reproducción del sistema global con los menores costos para éste.    María Cristina Chiriguini plantea en “Identidades socialmente construidas” que la identidad implica la pertenencia a algo, un nosotros, y simultáneamente la diferencia con un algo que no somos, un otro, que conforma un universo cultural distinto. Esto si se ve en el cuento analizado. Los jóvenes son parte de un grupo con el cual comparten determinadas características, como la pasión por el club, la amistad que los une desde niños, las “macanas” que compartieron. Pero estas similitudes las plantean desde el momento en que toman conciencia de un otro diferente, parte de un conjunto social, de otro que representa características ajenas a la propia. Las identificaciones se elaboran en el plano de las subjetividades de acuerdo con nuestra propia experiencia individual, dotando de diversidad al grupo social de pertenencia. Se produce un doble proceso de experiencias compartidas, colectiva y particularmente, es decir, la manera en que procesamos esas experiencias, no como individuos, sino como sujetos sociales, desde el momento que tomamos conciencia de nuestra pertenencia a un grupo social.    Jauretche, por otro lado propone una serie de ideas sobre cómo nos vemos a nosotros mismos. Afirma que: “Para pensar como argentinos necesitamos ubicarnos en el centro del mundo y ver el planisferio desarrollado alrededor de ese centro; que nunca seriamos nosotros mismos si continuamos colocándonos en el borde del mapa, como un lejano suburbio del borde del mundo”. Escribe bajo la mirada del argentino que valora lo propio y observa como el resto no lo hace, se sale de la visión europeísta y plantea una latinoamericanista. “La incapacidad para ver el mundo desde nosotros mismos ha sido sistemáticamente cultivada en nuestro país”.Juan Forn, en su nota para el bicentenario argentino “Los otros”, expone qué es para él ser argentino: “Para mí, las fechas patrias son patrimonio de ellos; del resto de los argentinos son todos los demás días del año, los días silenciosos, los días en que no se conmemora nada (salvo, en todo caso, el hecho de estar vivos). Es una manera cabrona de ser, lo reconozco. Pero no lo puedo evitar: ésa es la Argentina con la que me identifico. Yo creo que somos una cosa que salió mal, deforme, una contradicción caminante”. El periodista plantea una visión muy personal del argentino, centrada en el día a día, no revaloriza los días festivos o los actos patrios, sino que percibe la argentinidad en el cotidiano diario. Esto se relaciona con el texto de Sacheri ya que el autor revaloriza la argentinidad en cosas corrientes como un partido de fútbol, juntarse entre amigos y jugar en el barrio, no expone grandes festividades ni encuentros, sino aquellos que se suceden a diario.    Y agrega: “Quiero decir con todo esto que los argentinos que más me gustan son los renegados, los que se salieron de donde estaban en busca de un lugar que les resultara más apropiado, espiritualmente hablando. Lo más argentino que tenemos, o lo que más me gusta a mí, es lo espurio, lo bizarro, lo contradictorio. “Yo soy de acá. Yo soy de este lugar porque este lugar es como yo””. Lo que deja al descubierto Forn es que todo lo que fue sucediendo en estos doscientos años de vida que tiene argentina nos afecta irremediablemente. Él habla desde la literatura, desde su lugar de interés, donde se puede crear a nuestro antojo. El cuento de Sacheri plantea una identidad definida por elementos cotidianos, y habla en un lenguaje muy comprensible para quien lee que será producto de su argentinidad.    Retomando a Jauretche, en “Manual de zonceras argentinas” tomaremos en un primer momento la primera zoncera que es Civilización y Barbarie: “Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar —si Nación y realidad son inseparables—." Vemos de inmediato, en la zoncera que sigue — el mal que aqueja a la Argentina es la extensión— cómo para esa mentalidad el espacio geográfico era un obstáculo, y luego, que era también obstáculo el hombre que lo ocupaba —español, criollo, mestizo o indígena— y de ahí la autodenigración.   II 
El escritor habla y critica la visión europeísta, plantea la denigración por parte de los propios argentinos. En “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” se deja entrever esta visión ya que Coqui se marcha a Estados Unidos para encontrar mejores oportunidades, porque cree que estar allá es mejor.    Finalmente, escribe para gente que usa la expresión “que país de mierda:” La fanfarronería —más porteña que argentina— es susceptible de corrección. ¿Pero cómo corregir al tilingo que es el fruto buscado de una formación mental a base de zonceras peyorativas que con el respaldo de próceres al caso, ha afirmado nuestra inferioridad como punto de partida inseparable de su "civilización"?”. El autor insiste en que todas estas miradas se tratan siempre de nuestra mentalidad colonial, y concluye: “Me interesa a través de lo referido señalar cómo hay una natural predisposición denigratoria que no es otra que el producto de una formación intelectual dirigida a la detractación de lo nuestro”.Según Jauretche la argentinidad se ve atravesada por procesos que hacen a la europeización del país, tenemos que llegar a alcanzar aquel modelo que es el correcto. En el cuento, más allá de entreverse el contexto en el que se vive, no se ponen en tela de juicio la historicidad de los procesos que hacen que se llegue a esto.
   III     Toda obra literaria contribuye a la construcción de la identidad, pero determinados autores expresan directamente cuál es su concepción del ser argentino. Así José Hernández, en 1872 escribía el famoso “Martín Fierro”, ícono de la literatura gauchesca, adoptada como propia por el pueblo rioplatense y calificada como notablemente popular. María Teresa Bella y Jordi Estrada introdujeron la edición del año 1960 y la definieron como la “máxima expresión literaria del ser nacional argentino”. Allí detallaron las enormes distancias y lejanías que caracterizaban al territorio nacional y al gaucho como el “tipo humano característico de estos paisajes en el siglo XIX”.    Por otro lado, Hernández advierte que el gaucho, como tal, está destinado a desaparecer en la sociedad argentina de fines del siglo XIX, aunque no de manera total, porque este personaje real, a pesar de sus defectos, representa la creación de la Nación Argentina: "ese tipo original de nuestras pampas, [...] al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo".En la actualidad, el gaucho es visto como la máxima expresión de la argentinidad, pero en la época que describe José Hernández, éste era denigrado, discriminado, esclavizado, tomado como un borracho y vago, como el último escalón de la sociedad. Esto da cuenta de cómo se va transformando la concepción del ser argentino a través del tiempo y de la necesidad de la historicidad en la construcción de la identidad. En “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” deja de lado esta historicidad y toma como elementos fundamentales al fútbol, las reuniones entre amigos y la vida de barrio. Así como la identidad nacional se fue forjando a través de luchas entre clases, revoluciones y crisis, el cuento revaloriza la amistad como valor indiscutido en esta construcción.    Roberto Fontanarrosa, autor contemporáneo, contribuye a la construcción de la identidad a lo largo de todas sus obras, mostrando implícita o explícitamente, actitudes, costumbres, personajes y descripciones característicos de nuestro país. Un claro ejemplo es el cuento “El mundo ha vivido equivocado, publicado en el año 1982.    Relata una conversación entre dos amigos que fantasean cómo sería su día perfecto. La clave del mismo son los lujos y las mujeres: debería transcurrir en un hotel 5 estrellas de una isla del Caribe, con catamaranes, pianistas negros y tragos extravagantes y hasta expresan que si “tenés guita, qué más querés”, “no como acá”. Fantasean con una mujer europea, que fuma cigarrillos marca Gitanes, es rubia, “es una mina de ésas de James Bond, de ésas bien de las películas. Un aparato infernal. Digamos, todo el hotel es de las películas. Con piletas, piscinas, par¬ques, palmeras, cocoteros, playa privada”.    Constantemente marcan que no es una mujer argentina, por diversas actitudes que tiene y decisiones que toma, como por ejemplo que va a tener una respuesta afirmativa frente a la invitación porque “está en el gran mundo internacional y sabe lo que quiere”. Hace referencia a personajes norteamericanos o europeos, como Jaquelín Bisset, Robert Mitchum, Romy Scheneider, Catherine Deneuve, Ornela Vanoni y Farrah Fawcett; nombres que, aunque el lector desconozca, puede percibir que no son argentinos.    También marca el deseo constante de tener la razón en todo o, por lo menos, opinar simulando tener conocimiento de todo. Por ejemplo, al contar que la mujer de la cual se está hablando, se besaría con un hombre pero “viste como son los yanquis, se besan por cualquier cosa” o que “los yanquis, los ingleses por ahí ven una mina que es una bestia increíble y no se les mueve un pelo. Ni se dan vuelta. No dan bola. No son latinos”. O, al comienzo del cuento, cuando opinan sobre una isla que ni siquiera están seguros de que exista. O cuando afirman que “la mina habla en voz baja, como se habla en esos ambientes internacionales”. El remate de la historia también es característico de esta necesidad de los protagonistas, que podría trasladarse a la de los argentinos, cuando Hugo afirma que “El mundo ha vivido equivocado”, frase que nombra al relato y que explica una teoría del personaje pero, sobre todo, hace alusión a este modo de pensar; aunque mi pensamiento difiera del que tiene el resto del mundo, yo soy el que tiene la razón.    Por otro lado, el relato está colmado de expresiones argentas, como “grone”, “mina”, “chamuya”, “boludeces”, “dar bola”, “macho”, “calentarse”, “estar duro tipo”, “hacerse el bocho”, “apoliyo”, “puchos”, “mate” (cabeza), “la puta que lo reparió”, “te cagó”, “te la atracás”, “junar”, “te cagás en las patas”, “garpar”, “pilcha”, “morfar” y hasta en el momento en el que lograría hablar con la mujer, festejan con un “¡Vamos Argentina todavía! ¡Se viene abajo el estadio!”; características de nuestra forma de hablar que no permiten que nos olvidemos de que, si bien los fantasías transcurren claramente en otro lugar, son sólo una utopía y los soñadores permanecen físicamente en el bar El Cairo, sito en la calle Santa Fe de Rosario.IV     Así como en este cuento se utiliza el lunfardo y el lenguaje coloquial, Sacheri hace lo mismo en su cuento. Ambos escritores apelan a este lenguaje para lograr una cercanía con el lector a través de la identificación con los personajes. Por el contrario, Fontanarrosa expone en su cuento cómo nos ven los de afuera en relación a cómo nos vemos nosotros mismos en pos de contribuir a la construcción de la argentinidad, aspecto que Sacheri deja de lado. Aparece, una vez más, esta autodenigración de la que habla Jauretche, de valorar lo ajeno y no lo propio.     El cuento “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” fue publicado en el año 2001, antes de que estallara la crisis económica y social más grande que sufrió nuestro país. Fue escrito en el período neoliberal de los 90, época de significativas privatizaciones de empresas estatales, reducción del gasto público, aumento de la deuda externa a casi 100 mil millones de dólares, implementación del plan de convertibilidad; provocando altos niveles de desempleo y que más de un tercio de su población estuviera sumida en la pobreza.    Entre el 19 y 20 de diciembre de 2001, los argentinos salieron a la calles haciendo sonar sus cacerolas y cantando “que se vayan todos”, una consigna que resumía el hartazgo con la dirigencia política y los funcionarios de gobierno. A su vez, en medio de una situación social desesperante, muchedumbres saqueaban de supermercados y 39 personas murieron a causa de la represión policial. Así, en sólo doce días, cinco presidentes pasaron por la Casa Rosada. Si bien el cuento fue escrito antes de este estallido, ambos son productos de construcciones que se venían gestando hacía décadas. Las políticas de gobierno que se llevaban a cabo hacía 30 años, promovían la construcción de un imaginario colectivo de desprecio de la industria argentina y de sobrevaloración del producto importado, tanto de “consumo” material como cultural. Emigrar a países “desarrollados” era el único modo de progreso que veían los argentinos en esa época. En el exterior se proyectaba el progreso eterno, es así que el protagonista del cuento analizado, Coqui, tomaba la decisión de irse a estudiar a una universidad de California, porque “mirá cómo están las cosas acá, no hay laburo, no hay un mango, decime para qué carajo me maté estudiando todos estos años”, les decía a sus amigos cuando les daba la noticia.    Por otro lado, al hablar específicamente del autor, vale decir que Sacheri trabaja aspectos o temáticas cotidianos como historias de amor, drama o amistades, vivencias de la “gente común”; toma como base de los relatos al fútbol y sobre ellos construye otro como segunda temática incluida en el cuento. Entonces, se basa en dos narraciones que van de la mano para lograr unirse o encontrar su conexión en el final. Ricardo Piglia, en su “Tesis sobre el cuento” explica que el cuento consta de dos relatos, uno visible y el otro que se devela en el final. Lo que hace Sacheri es evidenciar ambas historias: la de la partida de Coqui y los episodios de los amigos al planear la forma de evitarlo y lo que tiene que ver el fútbol con esto. Al final, las junta a modo de conclusión. Sacheri, entonces, utiliza el elemento del fútbol para darle un fundamento a la historia, darle inicio al relato, poder unir elementos de lo cotidiano y dar paso al nudo y al final.    No enfatiza en aspectos sociales importantes, tales como la pobreza, el racismo o la política, sino que decide usar temas simples, que no tengan necesariamente que plantear un nuevo modo de ver las cosas.Hay varios cuentos de Sacheri que se enfocan en un contexto determinado, tales como: “Frío” que relata la historia de un ex combatiente de la Guerra por Malvinas o “En paz descansa” que relata una historia sucedida en los años ’80. Es posible que la extensión de sus cuentos no permita armar una explicación del contexto sociopolítico de las épocas de las que habla o no deje analizar aspectos profundos de tales.Utiliza la primera persona del plural. Así, al usar el “nosotros” interpela al lector y permite que éste se sienta parte de los relatos. Además, al contar historias y hechos de la vida cotidiana con un lenguaje que corresponde con la temática tratada, con la utilización de palabras coloquiales, en especial de insultos y términos del lunfardo; se da cuenta que la historia que se está contando ocurre en la Argentina. Independientemente de lo que se describe en ella, el modo de hacerlo manifiesta la temática.
    Lo que pasa, le pasa a la gente común. Hombres y mujeres de esos que caminan todos los días por la calle toman el subte o el colectivo, tienen empleos grises y se juntan en un café o en la piecita de la terraza de un amigo. Justamente por eso resulta tan fácil identificarse con cualquiera de ellos.El argentino es aquel que decide serlo culturalmente, por nuestra historia, por nuestros libros, música y pintura. Decidimos serlo tomando cuestiones que nos caracterizan y atraviesan ¿Quién dice si el argentino es de determinada manera o no lo es?No tomamos una única definición de lo que somos porque no es posible definir algo cambiante y heterogéneo. Todos pensamos de un modo distinto, nuestros pensamientos cambian con el tiempo. La sociedad argentina, así como todas, es cambiante, vertiginosa. Por eso resulta imposible hallar una definición que se adecue a todos

Un mate para Sabina


IdentificARTE

Por Paloma Fernández Tomic   


“A lo largo de nuestra historia hemos ido elaborando imágenes de nosotros mismos, buscando rostros que nos definan como país, como continente y estas imágenes se han formado con tradiciones, valores que lograron constituir un somos, un orden significativo común que nos define como grupo, que nos hace sentirnos parte de nuestra cultura, de nuestro grupo social”. (Peter Berger, “El dosel sagrado. Elementos para una sociología de la religión”)


   La construcción de la identidad es un proceso dinámico permanente, que se da a partir de las diferentes experiencias, miradas, identidades, costumbres que se entrecruzan y construyen aquello que nunca permanecerá estanco y se redefinirá constantemente. Como dice Ricardo Rojas, “la identidad nacional como tal es siempre inacabada, lo que permite la asimilación de cualquier nuevo componente; aquí radica su riqueza y, en esto mismo, su debilidad”.
   Por otro lado, María Cristina Chiriguini plantea en “Identidades socialmente construidas” que las identificaciones se elaboran en el plano de las subjetividades de acuerdo con nuestra propia experiencia individual, dotando de diversidad al grupo social de pertenencia”. Así, las “trayectorias individuales enmarcadas en una sociedad determinada van perfilando la construcción de la identidad, fenómeno que surge de la dialéctica entre el individuo y la sociedad” (Peter Berger y Thomas Luckman, “La construcción social de la realidad”).
   En esta búsqueda constante de identidad, los artistas participan activamente, expresan sus concepciones en sus obras y se interrelacionan con las de los demás, siendo parte de una construcción dinámica. Es por eso que, en relación a la época, la construcción identitaria cambiará y que toda representación corresponderá a una parte del todo.
   Como dice Chiriguini, la identidad implica la pertenencia a algo, un nosotros, y la diferencia con aquello que no somos, el otro. Así, durante la época neoliberal, el arte velaba por la construcción de una cultura que se reconocía con el afuera, con la cultura ajena. Hoy, se le da más importancia a lo que ocurre a lo largo y ancho de nuestro país, por lo que se puede hablar de una identidad nacional en constante juego entre el pasado y el presente, entre la cultura en general con la industria, la producción, la política, la economía, los deportes, la medicina, la investigación, el Estado. Esto implica la relación con las identidades y culturas de otras naciones, de otros territorios, buscando una diferenciación; aunque ésto no implica necesariamente que no se compartan ciertos aspectos.
   Como el arte contribuye a la construcción de la identidad, a continuación se toman tres expresiones artísticas de diferentes momentos históricos recientes considerados como claves de la historia argentina. Es necesario tener en cuenta que, por lo antes dicho, toda representación será parcial y que el relato de lo que uno concibe como su identidad depende, en gran medida, del “aquí y ahora”. Estos materiales no fueron elegidos por ser parte de la construcción hegemónica de la identidad de cada época, sino porque se aproximan a un modo de concebir la cultura, la sociedad, la realidad de cada momento histórico.
La canción “Alicia en el país” interpretada por Serú Giran, fue compuesta por Charly García en 1980, uno de los momentos más oscuros de la historia argentina. El autor busca documentar lo que se sufría durante la dictadura cívico militar que se vivió entre 1976 y 1983, de modo implícito, para evitar la censura y hasta la desaparición. En ese momento, la identidad del pueblo argentino se veía totalmente atravesada por esta realidad, por la imposibilidad de expresión, por el miedo a hacer, ser y estar. Por la tortura, por la desaparición física de las personas, por la violación de los Derechos Humanos. Para lograrlo, este tema musical hace alusión al tradicional cuento infantil “Alicia en el País de Las Maravillas” y no porque sí en su título se omite “de las maravillas”.
Entre sus versos se advierte el deseo y la necesidad de gran parte de la población de exiliarse a otro país (“te vas a ir, vas a salir”), porque “se acabó ese juego que te hacía feliz”, lo cual se pueden interpretar como la nostalgia del pasado, de la democracia que se veía corrompida o del anhelo de hacer la revolución que tenía la juventud en ese entonces.
   Por otro lado, esas “cabezas aplastadas por el mismo pie” que “juegan cricket bajo la luna” se pueden comprender como metáforas que remiten a todo un país que es aplastado por una sola persona y a la represión, la censura, las torturas y las desapariciones. Esta idea, también se expresa en los versos “estamos en la tierra de nadie, pero es mía”, donde se expresa el autoritarismo del gobierno de facto, el cual pretendió administrar nuestro país. Por último, al manifestar: “dice su señoría, el rey de espadas”, se puede deducir que Charly García simula referirse al personaje del texto de Lewis Caroll, un Rey ignorante, incapaz pero que en realidad alude al presidente de la Junta Militar, Jorge Rafael Videla.
Acercándonos un poco más al presente, el cuento de Eduardo Sacheri, “Mirá que Carozo es un tipo de recursos”, escrito durante la crisis provocada por el neoliberalismo, período en el cual lo argentino era concebido como mala calidad y estaba sobrevalorado lo que era traído de afuera. Así, en el cuento se ve no sólo la crisis económica sino también identitaria y cultural, concibiendo como único modo de progreso la huida del país. Toma al fútbol como rasgo común entre los argentinos, como el deporte local por excelencia, como espacio de intercambio, de disfrute y al lunfardo como lenguaje corriente.
En 1968 Arturo Jauretche ya definía en su “Manual de zonceras argentinas”, que “todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar", como primer zoncera: de Civilización y Barbarie. Este imaginario colectivo se seguiría construyendo durante décadas, como se puede ver en la canción y el cuento antes mencionados. Hoy, se busca romper con este ideal, valorando la cultura local.
   Así, en el año 2010 la Telvisión Pública comenzó a transmitir una serie de micros producidos por Bruno Stagnaro, titulados “Argentina desde adentro”. Éstos invitan a recorrer los diversos modos de habitar nuestro país. Los propios productores explican su labor al manifestar su objetivo: “Reconocernos en nuestra diversidad, acercarnos a las múltiples voces, historias y tradiciones que nos constituyen como argentinos”.
En ellos se muestran trabajadores tales como relojeros, camioneros, trabajadores del campo, de las salinas, peluqueros, cristaleros, orfebres. Es clara la intención de visibilizar una mirada diferente a la hegemónica sobre lo que es el ser argentino y sobre lo que vale la pena exhibir, ofreciendo una mirada totalmente diferente a la que puede ofrecer una publicidad. Un claro ejemplo es “Un mate para Sabina”, en él se muestra el “detrás de escena”, todo lo que ocurre previo al consumo de este producto. Así, en un minuto veinte, se evidencia el esfuerzo que hacen día a día los trabajadores de la yerba y el delicado oficio de aquellos que hacen los mates. En este caso, se puede ver a este ícono argentino, tan utilizado para definir nuestra identidad, a este cliché rioplatense, tomado desde otro lado, trabajando sobre lo que no se ve. Esto, aunque no sea lo que se muestra habitualmente (porque no es lo que se vende) es tan parte de nuestra
identidad, o más, como lo es succionar una bombilla mientras se intercambian unas palabras con otro individuo.
   Es así que se pueden evidenciar modos totalmente diferentes de ver y definir al ser argentino. Partiendo de las diferencias epocales, de los contextos, de los autores de esas definiciones y de las perspectivas en las cuales se decide trabajar en la definición de un concepto tan amplio como es la identidad. Si bien no se puede decir que los autores de las expresiones artísticas seleccionadas se manifiesten con el objetivo de definir la identidad argentina, sus declaraciones contribuyen claramente a esta construcción. En ellas, se esclarece la influencia del contexto y de la experiencia por la que están pasando los autores a la hora de expresarse. Es por eso que toda interpretación sobre la identidad es parcial, subjetiva y tendenciosa, más allá de que algunas parezcan “más completas” que otras o se acerquen más a la definición personal.

Cosas que dicen los argentinos hecho por un Yanqui


El “qué dirán”

Por Julieta Guerrero

   
    ¿Cómo nos ven en el exterior? ¿Qué imagen tienen de nosotros del otro lado del océano? ¿Qué es ser Argentino?
   A lo largo de los años autores y pensadores como Arturo Jauretche con su “Inteligenzia” o Roberto Art en sus “Aguafuertes porteñas”, Sarmiento con “Facundo”, y entre tantos otros, intentaron crear un modelo de “argentino”. Autores más contemporáneos como Fontanarrosa, Bersuit Vergarabat con su “Argentinidad al palo”, o Eduardo Sacheri que con más o menos éxitos intentan describir qué es ser de este país. Y la lista continúa, el “Martín Fierro”, Favio en sus películas, y quién sabe cuántos artistas más incursionaron en la ardua tarea de contar esta categorización.
   Pero ¿Somos capaces en realidad de descifrar qué es poseer esta identidad? ¿Qué es lo que nos caracteriza? Personalmente entiendo que la argentinidad es una palabra con tantos significados que creo imposible de enumerar. Pienso que existe uno de ellos por cada argentino viviendo en otro país, por cada uno de cada provincia, hay un argentino para cada alma que nació en suelo nacional. Entonces ¿por qué ese incansable intento por calificarnos y estereotiparnos? El argentino toma mate, el argentino dice “che” o “boludo”, el argentino es folklore, chamamé, tango; el argentino es Maradona, Eva, Perón, Gardel, Messi y Francisco; es “La mano de Dios” y el fútbol; el Obelisco y las calles de la Boca, es River/Boca; es Malvinas; el argentino es “garca”, el argentino es “confite”; el argentino es asado, vino y fernet,; el argentino es el mejor del mundo; el argentino es…
   Yo soy argentina, yo soy de Tandil, tomo mate, me gusta el fútbol, pierdo por los River/Boca con esa pasión millonaria que me hace saltar con cada gol; soy argentina y digo “che”, digo “boludo”. Soy argentina pero no me gusta el asado, soy vegetariana; soy argentina y el tango me mueve el alma, pero así, argentina, no me gusta el folklore. Soy argentina…
   Creo que si cada argentino hace un recorrido interno pensando en que lo hace “argento” va a tener mil adjetivaciones posibles, iguales, diferentes o hasta opuestas al argentino que duerme en la misma cama.
Clasificarse a uno mismo es una cuestión, en mi opinión, imposible. No sabemos qué es lo que nos hace a todos argentinos, cada uno es diferente, pero aún seguimos manteniendo ese sentimiento que nos hace a todos “iguales”. Por lo tanto propongo eso, el argento es argento ¿Por qué? Porque él se siente argento.
   Las clasificaciones que nosotros mismos poseemos son adjetivos que tomamos de otras personas que nos nombran como tal o cual cosa. Para entendernos como algo debe existir una segunda persona que nos clasifique. El hombre depende de otros, somos esto porque no somos aquello. Principio de la diferencia.
   Entonces soy argentino porque no soy español, ni chileno, ni brasilero. Pero no me basta. Como no se porque soy lo que soy, es decir, no se lo que soy realmente, observo al otro, al diferente. Me clasifico en base a él.
  Yo puedo decir lo que el otro es. El otro es una persona, de tal o cual lugar, con tal o cual característica que yo entiendo como común para tal o cual grupo.
Entonces me pienso desde la mirada del otro. ¿Cómo me ve el otro?...
   "En la que se ha denominado, a veces, la ciudad más neurótica del mundo, tal vez sea lógico que reine Woody Allen. Es cierto. En la ligeramente paranoica, a menudo hipocondríaca y siempre atormentada de culpa capital argentina, que ostenta el mayor número de psicoanalistas per cápita del planeta, el excéntrico actor y director es lo que Jerry Lewis a los franceses: uno de los pocos norteamericanos proclamado genio" "Durante mucho tiempo, los argentinos estuvieron orgullosos de su arrogancia, quizá como una manera de ocultar sus inseguridades acerca de su verdadera identidad. Hacen gala de su origen y cultura europeos ante sus pares latinoamericanos. Pero las reformas sociales y económicas sugieren que ya no merecen la reputación de altivos".(Anthony Faiola, corresponsal de The Washington Post)
   "El mejor negocio del mundo es comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que dice que vale -dice un humorista mexicano-. Sienten que son iguales al resto de los mortales sólo cuando tienen complejo de inferioridad. A un taxista del Distrito Federal le tocó llevar a uno, camino a Cuernavaca, que quería comprobar desde la montaña cómo se veía la ciudad sin él". Explica Jorge Elías, periodista de La Nación.
"Miran fútbol en plena temporada de basquetbol. Comen morcillas, salchichas hechas con sangre. Manejan como el peor chofer, pero a diez veces la velocidad" (Rick Jervis, redactor de El Nuevo Herald, de Miami)
"Les fascina el shopping", afirma Michael Aller, coordinador de turismo y convenciones, y jefe de protocolo de la ciudad de Miami Beach.
   ¿Acaso sabían que somos los únicos latinoamericanos que podemos permanecer hasta 90 días sin visa en los Estados Unidos y que después de tres idas al país nos dan un “pase” que nos hace “zafar” de la fila de inmigración?
   España tiene un libro escolar llamado “Los otros americanos” (Nina Lee Weisinger y Marjorie Johnston). Adivinemos de quienes hablan…
  Algo que si es real es que Argentina es fútbol ¿Pero en qué sentido? Lo famoso de Argentina en el fútbol no es la gente, la pasión, los barras. Los jugadores argentos son los que hacen fama. Argentina es conocida como un país exportador de brillantes jugadores de fútbol.
  Ninguna novedad ¿no? Somos argentinos porque el mundo sentencia que somos así. Nos gusta sentirnos categorizados por alguien que es diferente, y que seguramente vemos como “cultura avanzada”. ¿Orgulloso? Hablan de nosotros, de vos. Vos sos argentino y ¿que fue lo que sentiste? Sacá tus conclusiones.
Fragmento de Tiempo Pasado de Beatriz Sarlo

Artículo de Jorge Luis Borges sobre la Argentina

http://www.elhistoriador.com.ar/documentos/miscelaneas/jorge_luis_borges_sobre_la_argentina.php