lunes, 7 de julio de 2014

Una identidad variable


  “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” de Eduardo Sacheri fue el disparador que nos hizo plantearnos qué es la argentinidad. Pero al momento de desarrollar una concepción concreta, nos dimos cuenta que nos era imposible cerrar una opinión. Desde allí surgió la idea de indagar sobre el significado de identidad. Así, partiendo de la hipótesis de que el autor construye esta idea de pertenencia nacional a partir de prácticas y hábitos ejemplificados en los protagonistas del cuento; y usando diferentes autores a lo largo de la historia argentina, como por ejemplo las distintas miradas acerca del tema.
  ¿Por qué decidimos tomar “Decí que el Carozo es un tipo de recursos”? Porque el texto está escrito en un contexto de crisis, no solo política y económica, sino también social y de identidad. Como es usual en el autor, toma como referencia al fútbol como un supuesto denominador común en el pueblo argentino. Elige a un grupo de jóvenes para ejemplificar la devaluación social. Coqui, los mellizos, el Cabezón, Vicente, el Carozo y Cacho son los protagonistas de la historia, los cuales se complotan siguiendo un plan del Carozo, para lograr que Coqui (uno de los “pibes” que decide irse al exterior) se quede. Utiliza un lenguaje coloquial, palabras del lunfardo, como “che” o “jeta” frases como “nos morimos todos fritos”; y costumbres que él supone completamente argentinas.
  Frente a esta concepción y creación de la argentinidad, planteamos una idea diferente, poniendo en duda la concepción de identidad y pertenencia de Sacheri, entendiéndola como estereotipada y cosificada. Oponemos el texto con los escritos de Fontanarrosa, Moreno Navarro, Chiriguini, Forn y José Hernández para comparar las nociones de identidad y ser argentino, así como proponemos nuestra propia definición, el lugar desde donde nos paramos para pensar estos cuentos en función de lo que relatan, el contexto y nuestras propias nociones.
  No debemos olvidar que desde nuestro rol de críticas entendemos a la crítica como un lugar para interpelar la realidad. No descubrimos nada nuevo, nada escondido en la obra, sino que hablamos de ella, la interpretamos, la desmenuzamos creando un discurso que hable de un mismo discurso. Entendemos que la crítica es crítica de la obra que analizamos, pero también crítica de sí misma, lo que nos obliga a empaparnos de nuestra propia realidad, del contexto, de la existencia histórica que nos corresponde. Hablamos de historias que ya se contamos, pero las planteamos desde nuestro presente, desde nuestra historia, entendiendo que la subjetividad no existe, y que tampoco nos interesamos en intentar alcanzarla, tenemos una postura. Planteamos una hipótesis, y la intentamos demostrar con argumentos. No buscamos la verdad de ese discurso analizado, es decir, si Sacheri plantea el real ser argentino, sino que analizamos la validez del discurso, el cómo se hizo. Entendemos que como críticas debemos ser sensibles, curiosas, “expertas en un tema”, buscar en la obra un desvío, obra con la cual nos comprometemos, resaltar lo olvidado. Queremos hacer oír nuestras voces como voces como verdaderas.
  Tenemos que encontrar como críticas las relaciones entre nuestro lenguaje crítico y el lenguaje de nuestro autor analizado, en este caso Sacheri. Pero además tenemos que entender que debe existir una relación entre nuestro lenguaje y el mundo en el que vivimos.
  Así planteamos descubrir cómo se construye la argentinidad en el cuento “Decí que el Carozo es un tipo de recursos”, suponiendo que el autor lo hace a partir de las prácticas y hábitos cotidianos de un grupo de jóvenes de barrio durante la crisis de 2001. Entendiendo, como ya dijimos, que en ese momento histórico la identidad se diluye y es inestable, parece necesario establecer parámetros comunes para contribuir a reconstruirla. Además consideramos que es una visión incompleta del ser argentino, en donde el escritor cosifica y estereotipa ciertos elementos que cree hacen a la argentinidad.
 
II 
  Revisemos un poco de historia. Según Isidoro Moreno Navarro en su trabajo “Identidades y rituales”, la identidad no es totalmente variable, no es volátil, hay rasgos más perdurables que otros que se van redefiniendo. Se opone a Sacheri al entender que esta no son los rasgos que tienen en común un grupo para identificarse, sino los rasgos a los que los sujetos apelan para identificarse con los otros. Destaca tres principios estructurales de la identidad, ellos son la etnicidad, el género y los procesos de trabajo bajo relaciones de producción específicas; elementos que tienden a modelar una cultura globalizante que no tienen una existencia real separada sino que configuran modelos abstractos de referencia que están interconectados y funcionan en el marco general de la cultura hegemónica dominante.
  Moreno sigue explicando que, la interacción entre elementos componentes de cultura de trabajo, cultura de género y cultura étnica da como resultado una matriz cultural, es decir, un sistema no armónico, con contradicciones y desajustes que funciona en cada individuo como base de sus percepciones, su interpretación de las experiencias, y sus comportamientos, una matriz de su identidad.
   Los nuevos principios de estructuración social genera que la cultura dominante presione para anular los componentes de la clase de las culturas del trabajo, trata de hacer desaparecer los elementos de resistencia de las culturas étnicas, consintiendo sólo los elementos folclorizados que pueden funcionar como bienes de consumo, y refuerza o modifica algunos aspectos de las culturas de género para garantizar la reproducción del sistema global con los menores costos para éste.
  María Cristina Chiriguini plantea en “Identidades socialmente construidas” que la identidad implica la pertenencia a algo, un nosotros, y simultáneamente la diferencia con un algo que no somos, un otro, que conforma un universo cultural distinto. Esto si se ve en el cuento analizado. Los jóvenes son parte de un grupo con el cual comparten determinadas características, como la pasión por el club, la amistad que los une desde niños, las “macanas” que compartieron.   Pero estas similitudes las plantean desde el momento en que toman conciencia de un otro diferente, parte de un conjunto social, de otro que representa características ajenas a la propia. Las identificaciones se elaboran en el plano de las subjetividades de acuerdo con nuestra propia experiencia individual, dotando de diversidad al grupo social de pertenencia. Se produce un doble proceso de experiencias compartidas, colectiva y particularmente, es decir, la manera en que procesamos esas experiencias, no como individuos, sino como sujetos sociales, desde el momento que tomamos conciencia de nuestra pertenencia a un grupo social.
Jauretche, por otro lado propone una serie de ideas sobre cómo nos vemos a nosotros mismos. Afirma que: “Para pensar como argentinos necesitamos ubicarnos en el centro del mundo y ver el planisferio desarrollado alrededor de ese centro; que nunca seriamos nosotros mismos si continuamos colocándonos en el borde del mapa, como un lejano suburbio del borde del mundo”. Escribe bajo la mirada del argentino que valora lo propio y observa como el resto no lo hace, se sale de la visión europeísta y plantea una latinoamericanista. “La incapacidad para ver el mundo desde nosotros mismos ha sido sistemáticamente cultivada en nuestro país”.
  Juan Forn, en su nota para el bicentenario argentino “Los otros”, expone qué es para él ser argentino: “Para mí, las fechas patrias son patrimonio de ellos; del resto de los argentinos son todos los demás días del año, los días silenciosos, los días en que no se conmemora nada (salvo, en todo caso, el hecho de estar vivos). Es una manera cabrona de ser, lo reconozco. Pero no lo puedo evitar: ésa es la Argentina con la que me identifico. Yo creo que somos una cosa que salió mal, deforme, una contradicción caminante”. El periodista plantea una visión muy personal del argentino, centrada en el día a día, no revaloriza los días festivos o los actos patrios, sino que percibe la argentinidad en el cotidiano diario. Esto se relaciona con el texto de Sacheri ya que el autor revaloriza la argentinidad en cosas corrientes como un partido de fútbol, juntarse entre amigos y jugar en el barrio, no expone grandes festividades ni encuentros, sino aquellos que se suceden a diario.
  Y agrega: “Quiero decir con todo esto que los argentinos que más me gustan son los renegados, los que se salieron de donde estaban en busca de un lugar que les resultara más apropiado, espiritualmente hablando. Lo más argentino que tenemos, o lo que más me gusta a mí, es lo espurio, lo bizarro, lo contradictorio. “Yo soy de acá. Yo soy de este lugar porque este lugar es como yo””. Lo que deja al descubierto Forn es que todo lo que fue sucediendo en estos doscientos años de vida que tiene argentina nos afecta irremediablemente. Él habla desde la literatura, desde su lugar de interés, donde se puede crear a nuestro antojo. El cuento de Sacheri plantea una identidad definida por elementos cotidianos, y habla en un lenguaje muy comprensible para quien lee que será producto de su argentinidad.
  Retomando a Jauretche, en “Manual de zonceras argentinas” tomaremos en un primer momento la primera zoncera que es Civilización y Barbarie: “Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar —si Nación y realidad son inseparables—." Vemos de inmediato, en la zoncera que sigue — el mal que aqueja a la Argentina es la extensión— cómo para esa mentalidad el espacio geográfico era un obstáculo, y luego, que era también obstáculo el hombre que lo ocupaba —español, criollo, mestizo o indígena— y de ahí la autodenigración.
 
III 
El escritor habla y critica la visión europeísta, plantea la denigración por parte de los propios argentinos. En “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” se deja entrever esta visión ya que Coqui se marcha a Estados Unidos para encontrar mejores oportunidades, porque cree que estar allá es mejor.
Finalmente, escribe para gente que usa la expresión “que país de mierda:” La fanfarronería —más porteña que argentina— es susceptible de corrección. ¿Pero cómo corregir al tilingo que es el fruto buscado de una formación mental a base de zonceras peyorativas que con el respaldo de próceres al caso, ha afirmado nuestra inferioridad como punto de partida inseparable de su "civilización"?”. El autor insiste en que todas estas miradas se tratan siempre de nuestra mentalidad colonial, y concluye: “Me interesa a través de lo referido señalar cómo hay una natural predisposición denigratoria que no es otra que el producto de una formación intelectual dirigida a la detractación de lo nuestro”.
Según Jauretche la argentinidad se ve atravesada por procesos que hacen a la europeización del país, tenemos que llegar a alcanzar aquel modelo que es el correcto. En el cuento, más allá de entreverse el contexto en el que se vive, no se ponen en tela de juicio la historicidad de los procesos que hacen que se llegue a esto.
 
IV 
Toda obra literaria contribuye a la construcción de la identidad, pero determinados autores expresan directamente cuál es su concepción del ser argentino. Así José Hernández, en 1872 escribía el famoso “Martín Fierro”, ícono de la literatura gauchesca, adoptada como propia por el pueblo rioplatense y calificada como notablemente popular. María Teresa Bella y Jordi Estrada introdujeron la edición del año 1960 y la definieron como la “máxima expresión literaria del ser nacional argentino”. Allí detallaron las enormes distancias y lejanías que caracterizaban al territorio nacional y al gaucho como el “tipo humano característico de estos paisajes en el siglo XIX”.
   Por otro lado, Hernández advierte que el gaucho, como tal, está destinado a desaparecer en la sociedad argentina de fines del siglo XIX, aunque no de manera total, porque este personaje real, a pesar de sus defectos, representa la creación de la Nación Argentina: "ese tipo original de nuestras pampas, [...] al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo".
   En la actualidad, el gaucho es visto como la máxima expresión de la argentinidad, pero en la época que describe José Hernández, éste era denigrado, discriminado, esclavizado, tomado como un borracho y vago, como el último escalón de la sociedad. Esto da cuenta de cómo se va transformando la concepción del ser argentino a través del tiempo y de la necesidad de la historicidad en la construcción de la identidad. En “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” deja de lado esta historicidad y toma como elementos fundamentales al fútbol, las reuniones entre amigos y la vida de barrio. Así como la identidad nacional se fue forjando a través de luchas entre clases, revoluciones y crisis, el cuento revaloriza la amistad como valor indiscutido en esta construcción.
  Roberto Fontanarrosa, autor contemporáneo, contribuye a la construcción de la identidad a lo largo de todas sus obras, mostrando implícita o explícitamente, actitudes, costumbres, personajes y descripciones característicos de nuestro país. Un claro ejemplo es el cuento “El mundo ha vivido equivocado, publicado en el año 1982.
  Relata una conversación entre dos amigos que fantasean cómo sería su día perfecto. La clave del mismo son los lujos y las mujeres: debería transcurrir en un hotel 5 estrellas de una isla del Caribe, con catamaranes, pianistas negros y tragos extravagantes y hasta expresan que si “tenés guita, qué más querés”, “no como acá”. Fantasean con una mujer europea, que fuma cigarrillos marca Gitanes, es rubia, “es una mina de ésas de James Bond, de ésas bien de las películas. Un aparato infernal. Digamos, todo el hotel es de las películas. Con piletas, piscinas, par¬ques, palmeras, cocoteros, playa privada”.
  Constantemente marcan que no es una mujer argentina, por diversas actitudes que tiene y decisiones que toma, como por ejemplo que va a tener una respuesta afirmativa frente a la invitación porque “está en el gran mundo internacional y sabe lo que quiere”. Hace referencia a personajes norteamericanos o europeos, como Jaquelín Bisset, Robert Mitchum, Romy Scheneider, Catherine Deneuve, Ornela Vanoni y Farrah Fawcett; nombres que, aunque el lector desconozca, puede percibir que no son argentinos.
  También marca el deseo constante de tener la razón en todo o, por lo menos, opinar simulando tener conocimiento de todo. Por ejemplo, al contar que la mujer de la cual se está hablando, se besaría con un hombre pero “viste como son los yanquis, se besan por cualquier cosa” o que “los yanquis, los ingleses por ahí ven una mina que es una bestia increíble y no se les mueve un pelo. Ni se dan vuelta. No dan bola. No son latinos”. O, al comienzo del cuento, cuando opinan sobre una isla que ni siquiera están seguros de que exista. O cuando afirman que “la mina habla en voz baja, como se habla en esos ambientes internacionales”. El remate de la historia también es característico de esta necesidad de los protagonistas, que podría trasladarse a la de los argentinos, cuando Hugo afirma que “El mundo ha vivido equivocado”, frase que nombra al relato y que explica una teoría del personaje pero, sobre todo, hace alusión a este modo de pensar; aunque mi pensamiento difiera del que tiene el resto del mundo, yo soy el que tiene la razón.
  Por otro lado, el relato está colmado de expresiones argentas, como “grone”, “mina”, “chamuya”, “boludeces”, “dar bola”, “macho”, “calentarse”, “estar duro tipo”, “hacerse el bocho”, “apoliyo”, “puchos”, “mate” (cabeza), “la puta que lo reparió”, “te cagó”, “te la atracás”, “junar”, “te cagás en las patas”, “garpar”, “pilcha”, “morfar” y hasta en el momento en el que lograría hablar con la mujer, festejan con un “¡Vamos Argentina todavía! ¡Se viene abajo el estadio!”; características de nuestra forma de hablar que no permiten que nos olvidemos de que, si bien los fantasías transcurren claramente en otro lugar, son sólo una utopía y los soñadores permanecen físicamente en el bar El Cairo, sito en la calle Santa Fe de Rosario.
Así como en este cuento se utiliza el lunfardo y el lenguaje coloquial, Sacheri hace lo mismo en su cuento. Ambos escritores apelan a este lenguaje para lograr una cercanía con el lector a través de la identificación con los personajes. Por el contrario, Fontanarrosa expone en su cuento cómo nos ven los de afuera en relación a cómo nos vemos nosotros mismos en pos de contribuir a la construcción de la argentinidad, aspecto que Sacheri deja de lado. Aparece, una vez más, esta autodenigración de la que habla Jauretche, de valorar lo ajeno y no lo propio.
El cuento “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” fue publicado en el año 2001, antes de que estallara la crisis económica y social más grande que sufrió nuestro país. Fue escrito en el período neoliberal de los 90, época de significativas privatizaciones de empresas estatales, reducción del gasto público, aumento de la deuda externa a casi 100 mil millones de dólares, implementación del plan de convertibilidad; provocando altos niveles de desempleo y que más de un tercio de su población estuviera sumida en la pobreza.
Entre el 19 y 20 de diciembre de 2001, los argentinos salieron a la calles haciendo sonar sus cacerolas y cantando “que se vayan todos”, una consigna que resumía el hartazgo con la dirigencia política y los funcionarios de gobierno. A su vez, en medio de una situación social desesperante, muchedumbres saqueaban de supermercados y 39 personas murieron a causa de la represión policial. Así, en sólo doce días, cinco presidentes pasaron por la Casa Rosada. Si bien el cuento fue escrito antes de este estallido, ambos son productos de construcciones que se venían gestando hacía décadas. Las políticas de gobierno que se llevaban a cabo hacía 30 años, promovían la construcción de un imaginario colectivo de desprecio de la industria argentina y de sobrevaloración del producto importado, tanto de “consumo” material como cultural. Emigrar a países “desarrollados” era el único modo de progreso que veían los argentinos en esa época. En el exterior se proyectaba el progreso eterno, es así que el protagonista del cuento analizado, Coqui, tomaba la decisión de irse a estudiar a una universidad de California, porque “mirá cómo están las cosas acá, no hay laburo, no hay un mango, decime para qué carajo me maté estudiando todos estos años”, les decía a sus amigos cuando les daba la noticia.
 
Por otro lado, al hablar específicamente del autor, vale decir que Sacheri trabaja aspectos o temáticas cotidianos como historias de amor, drama o amistades, vivencias de la “gente común”; toma como base de los relatos al fútbol y sobre ellos construye otro como segunda temática incluida en el cuento. Entonces, se basa en dos narraciones que van de la mano para lograr unirse o encontrar su conexión en el final. Ricardo Piglia, en su “Tesis sobre el cuento” explica que el cuento consta de dos relatos, uno visible y el otro que se devela en el final. Lo que hace Sacheri es evidenciar ambas historias: la de la partida de Coqui y los episodios de los amigos al planear la forma de evitarlo y lo que tiene que ver el fútbol con esto. Al final, las junta a modo de conclusión. Sacheri, entonces, utiliza el elemento del fútbol para darle un fundamento a la historia, darle inicio al relato, poder unir elementos de lo cotidiano y dar paso al nudo y al final.
No enfatiza en aspectos sociales importantes, tales como la pobreza, el racismo o la política, sino que decide usar temas simples, que no tengan necesariamente que plantear un nuevo modo de ver las cosas.
Hay varios cuentos de Sacheri que se enfocan en un contexto determinado, tales como: “Frío” que relata la historia de un ex combatiente de la Guerra por Malvinas o “En paz descansa” que relata una historia sucedida en los años ’80. Es posible que la extensión de sus cuentos no permita armar una explicación del contexto sociopolítico de las épocas de las que habla o no deje analizar aspectos profundos de tales.
Utiliza la primera persona del plural. Así, al usar el “nosotros” interpela al lector y permite que éste se sienta parte de los relatos. Además, al contar historias y hechos de la vida cotidiana con un lenguaje que corresponde con la temática tratada, con la utilización de palabras coloquiales, en especial de insultos y términos del lunfardo; se da cuenta que la historia que se está contando ocurre en la Argentina. Independientemente de lo que se describe en ella, el modo de hacerlo manifiesta la temática.
Lo que pasa, le pasa a la gente común. Hombres y mujeres de esos que caminan todos los días por la calle toman el subte o el colectivo, tienen empleos grises y se juntan en un café o en la piecita de la terraza de un amigo. Justamente por eso resulta tan fácil identificarse con cualquiera de ellos.
El argentino es aquel que decide serlo culturalmente, por nuestra historia, por nuestros libros, música y pintura. Decidimos serlo tomando cuestiones que nos caracterizan y atraviesan ¿Quién dice si el argentino es de determinada manera o no lo es?
No tomamos una única definición de lo que somos porque no es posible definir algo cambiante y heterogéneo. Todos pensamos de un modo distinto, nuestros pensamientos cambian con el tiempo. La sociedad argentina, así como todas, es cambiante, vertiginosa.  Por eso no es adecuado establecer una definición.No tomamos una única definición de lo que somos porque no es posible definir algo cambiante y heterogéneo. Todos pensamos de un modo distinto, nuestros pensamientos cambian con el tiempo. La sociedad argentina, así como todas, es cambiante, vertiginosa. Por eso resulta imposible hallar una definición que se adecue a todos “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” de Eduardo Sacheri fue el disparador que nos hizo plantearnos qué es la argentinidad. Pero al momento de desarrollar una concepción concreta, nos dimos cuenta que nos era imposible cerrar una opinión. Desde allí surgió la idea de indagar sobre el significado de identidad. Así, partiendo de la hipótesis de que el autor construye esta idea de pertenencia nacional a partir de prácticas y hábitos ejemplificados en los protagonistas del cuento; y usando diferentes autores a lo largo de la historia argentina, como por ejemplo las distintas miradas acerca del tema.    ¿Por qué decidimos tomar “Decí que el Carozo es un tipo de recursos”? Porque el texto está escrito en un contexto de crisis, no solo política y económica, sino también social y de identidad. Como es usual en el autor, toma como referencia al fútbol como un supuesto denominador común en el pueblo argentino. Elige a un grupo de jóvenes para ejemplificar la devaluación social. Coqui, los mellizos, el Cabezón, Vicente, el Carozo y Cacho son los protagonistas de la historia, los cuales se complotan siguiendo un plan del Carozo, para lograr que Coqui (uno de los “pibes” que decide irse al exterior) se quede. Utiliza un lenguaje coloquial, palabras del lunfardo, como “che” o “jeta” frases como “nos morimos todos fritos”; y costumbres que él supone completamente argentinas.    Frente a esta concepción y creación de la argentinidad, planteamos una idea diferente, poniendo en duda la concepción de identidad y pertenencia de Sacheri, entendiéndola como estereotipada y cosificada. Oponemos el texto con los escritos de Fontanarrosa, Moreno Navarro, Chiriguini, Forn y José Hernández para comparar las nociones de identidad y ser argentino, así como proponemos nuestra propia definición, el lugar desde donde nos paramos para pensar estos cuentos en función de lo que relatan, el contexto y nuestras propias nociones.No debemos olvidar que desde nuestro rol de críticas entendemos a la crítica como un lugar para interpelar la realidad. No descubrimos nada nuevo, nada escondido en la obra, sino que hablamos de ella, la interpretamos, la desmenuzamos creando un discurso que hable de un mismo discurso.     Entendemos que la crítica es crítica de la obra que analizamos, pero también crítica de sí misma, lo que nos obliga a empaparnos de nuestra propia realidad, del contexto, de la existencia histórica que nos corresponde. Hablamos de historias que ya se contamos, pero las planteamos desde nuestro presente, desde nuestra historia, entendiendo que la subjetividad no existe, y que tampoco nos interesamos en intentar alcanzarla, tenemos una postura. Planteamos una hipótesis, y la intentamos demostrar con argumentos. No buscamos la verdad de ese discurso analizado, es decir, si Sacheri plantea el real ser argentino, sino que analizamos la validez del discurso, el cómo se hizo. Entendemos que como críticas debemos ser sensibles, curiosas, “expertas en un tema”, buscar en la obra un desvío, obra con la cual nos comprometemos, resaltar lo olvidado. Queremos hacer oír nuestras voces como voces como verdaderas.    Tenemos que encontrar como críticas las relaciones entre nuestro lenguaje crítico y el lenguaje de nuestro autor analizado, en este caso Sacheri. Pero además tenemos que entender que debe existir una relación entre nuestro lenguaje y el mundo en el que vivimos.Así planteamos descubrir cómo se construye la argentinidad en el cuento “Decí que el Carozo es un tipo de recursos”, suponiendo que el autor lo hace a partir de las prácticas y hábitos cotidianos de un grupo de jóvenes de barrio durante la crisis de 2001. Entendiendo, como ya dijimos, que en ese momento histórico la identidad se diluye y es inestable, parece necesario establecer parámetros comunes para contribuir a reconstruirla. Además consideramos que es una visión incompleta del ser argentino, en donde el escritor cosifica y estereotipa ciertos elementos que cree hacen a la argentinidad.    IRevisemos un poco de historia. Según Isidoro Moreno Navarro en su trabajo “Identidades y rituales”, la identidad no es totalmente variable, no es volátil, hay rasgos más perdurables que otros que se van redefiniendo. Se opone a Sacheri al entender que esta no son los rasgos que tienen en común un grupo para identificarse, sino los rasgos a los que los sujetos apelan para identificarse con los otros. Destaca tres principios estructurales de la identidad, ellos son la etnicidad, el género y los procesos de trabajo bajo relaciones de producción específicas; elementos que tienden a modelar una cultura globalizante que no tienen una existencia real separada sino que configuran modelos abstractos de referencia que están interconectados y funcionan en el marco general de la cultura hegemónica dominante.Moreno sigue explicando que, la interacción entre elementos componentes de cultura de trabajo, cultura de género y cultura étnica da como resultado una matriz cultural, es decir, un sistema no armónico, con contradicciones y desajustes que funciona en cada individuo como base de sus percepciones, su interpretación de las experiencias, y sus comportamientos, una matriz de su identidad.    Los nuevos principios de estructuración social genera que la cultura dominante presione para anular los componentes de la clase de las culturas del trabajo, trata de hacer desaparecer los elementos de resistencia de las culturas étnicas, consintiendo sólo los elementos folclorizados que pueden funcionar como bienes de consumo, y refuerza o modifica algunos aspectos de las culturas de género para garantizar la reproducción del sistema global con los menores costos para éste.    María Cristina Chiriguini plantea en “Identidades socialmente construidas” que la identidad implica la pertenencia a algo, un nosotros, y simultáneamente la diferencia con un algo que no somos, un otro, que conforma un universo cultural distinto. Esto si se ve en el cuento analizado. Los jóvenes son parte de un grupo con el cual comparten determinadas características, como la pasión por el club, la amistad que los une desde niños, las “macanas” que compartieron. Pero estas similitudes las plantean desde el momento en que toman conciencia de un otro diferente, parte de un conjunto social, de otro que representa características ajenas a la propia. Las identificaciones se elaboran en el plano de las subjetividades de acuerdo con nuestra propia experiencia individual, dotando de diversidad al grupo social de pertenencia. Se produce un doble proceso de experiencias compartidas, colectiva y particularmente, es decir, la manera en que procesamos esas experiencias, no como individuos, sino como sujetos sociales, desde el momento que tomamos conciencia de nuestra pertenencia a un grupo social.    Jauretche, por otro lado propone una serie de ideas sobre cómo nos vemos a nosotros mismos. Afirma que: “Para pensar como argentinos necesitamos ubicarnos en el centro del mundo y ver el planisferio desarrollado alrededor de ese centro; que nunca seriamos nosotros mismos si continuamos colocándonos en el borde del mapa, como un lejano suburbio del borde del mundo”. Escribe bajo la mirada del argentino que valora lo propio y observa como el resto no lo hace, se sale de la visión europeísta y plantea una latinoamericanista. “La incapacidad para ver el mundo desde nosotros mismos ha sido sistemáticamente cultivada en nuestro país”.Juan Forn, en su nota para el bicentenario argentino “Los otros”, expone qué es para él ser argentino: “Para mí, las fechas patrias son patrimonio de ellos; del resto de los argentinos son todos los demás días del año, los días silenciosos, los días en que no se conmemora nada (salvo, en todo caso, el hecho de estar vivos). Es una manera cabrona de ser, lo reconozco. Pero no lo puedo evitar: ésa es la Argentina con la que me identifico. Yo creo que somos una cosa que salió mal, deforme, una contradicción caminante”. El periodista plantea una visión muy personal del argentino, centrada en el día a día, no revaloriza los días festivos o los actos patrios, sino que percibe la argentinidad en el cotidiano diario. Esto se relaciona con el texto de Sacheri ya que el autor revaloriza la argentinidad en cosas corrientes como un partido de fútbol, juntarse entre amigos y jugar en el barrio, no expone grandes festividades ni encuentros, sino aquellos que se suceden a diario.    Y agrega: “Quiero decir con todo esto que los argentinos que más me gustan son los renegados, los que se salieron de donde estaban en busca de un lugar que les resultara más apropiado, espiritualmente hablando. Lo más argentino que tenemos, o lo que más me gusta a mí, es lo espurio, lo bizarro, lo contradictorio. “Yo soy de acá. Yo soy de este lugar porque este lugar es como yo””. Lo que deja al descubierto Forn es que todo lo que fue sucediendo en estos doscientos años de vida que tiene argentina nos afecta irremediablemente. Él habla desde la literatura, desde su lugar de interés, donde se puede crear a nuestro antojo. El cuento de Sacheri plantea una identidad definida por elementos cotidianos, y habla en un lenguaje muy comprensible para quien lee que será producto de su argentinidad.    Retomando a Jauretche, en “Manual de zonceras argentinas” tomaremos en un primer momento la primera zoncera que es Civilización y Barbarie: “Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar —si Nación y realidad son inseparables—." Vemos de inmediato, en la zoncera que sigue — el mal que aqueja a la Argentina es la extensión— cómo para esa mentalidad el espacio geográfico era un obstáculo, y luego, que era también obstáculo el hombre que lo ocupaba —español, criollo, mestizo o indígena— y de ahí la autodenigración.   II 
El escritor habla y critica la visión europeísta, plantea la denigración por parte de los propios argentinos. En “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” se deja entrever esta visión ya que Coqui se marcha a Estados Unidos para encontrar mejores oportunidades, porque cree que estar allá es mejor.    Finalmente, escribe para gente que usa la expresión “que país de mierda:” La fanfarronería —más porteña que argentina— es susceptible de corrección. ¿Pero cómo corregir al tilingo que es el fruto buscado de una formación mental a base de zonceras peyorativas que con el respaldo de próceres al caso, ha afirmado nuestra inferioridad como punto de partida inseparable de su "civilización"?”. El autor insiste en que todas estas miradas se tratan siempre de nuestra mentalidad colonial, y concluye: “Me interesa a través de lo referido señalar cómo hay una natural predisposición denigratoria que no es otra que el producto de una formación intelectual dirigida a la detractación de lo nuestro”.Según Jauretche la argentinidad se ve atravesada por procesos que hacen a la europeización del país, tenemos que llegar a alcanzar aquel modelo que es el correcto. En el cuento, más allá de entreverse el contexto en el que se vive, no se ponen en tela de juicio la historicidad de los procesos que hacen que se llegue a esto.
   III     Toda obra literaria contribuye a la construcción de la identidad, pero determinados autores expresan directamente cuál es su concepción del ser argentino. Así José Hernández, en 1872 escribía el famoso “Martín Fierro”, ícono de la literatura gauchesca, adoptada como propia por el pueblo rioplatense y calificada como notablemente popular. María Teresa Bella y Jordi Estrada introdujeron la edición del año 1960 y la definieron como la “máxima expresión literaria del ser nacional argentino”. Allí detallaron las enormes distancias y lejanías que caracterizaban al territorio nacional y al gaucho como el “tipo humano característico de estos paisajes en el siglo XIX”.    Por otro lado, Hernández advierte que el gaucho, como tal, está destinado a desaparecer en la sociedad argentina de fines del siglo XIX, aunque no de manera total, porque este personaje real, a pesar de sus defectos, representa la creación de la Nación Argentina: "ese tipo original de nuestras pampas, [...] al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo".En la actualidad, el gaucho es visto como la máxima expresión de la argentinidad, pero en la época que describe José Hernández, éste era denigrado, discriminado, esclavizado, tomado como un borracho y vago, como el último escalón de la sociedad. Esto da cuenta de cómo se va transformando la concepción del ser argentino a través del tiempo y de la necesidad de la historicidad en la construcción de la identidad. En “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” deja de lado esta historicidad y toma como elementos fundamentales al fútbol, las reuniones entre amigos y la vida de barrio. Así como la identidad nacional se fue forjando a través de luchas entre clases, revoluciones y crisis, el cuento revaloriza la amistad como valor indiscutido en esta construcción.    Roberto Fontanarrosa, autor contemporáneo, contribuye a la construcción de la identidad a lo largo de todas sus obras, mostrando implícita o explícitamente, actitudes, costumbres, personajes y descripciones característicos de nuestro país. Un claro ejemplo es el cuento “El mundo ha vivido equivocado, publicado en el año 1982.    Relata una conversación entre dos amigos que fantasean cómo sería su día perfecto. La clave del mismo son los lujos y las mujeres: debería transcurrir en un hotel 5 estrellas de una isla del Caribe, con catamaranes, pianistas negros y tragos extravagantes y hasta expresan que si “tenés guita, qué más querés”, “no como acá”. Fantasean con una mujer europea, que fuma cigarrillos marca Gitanes, es rubia, “es una mina de ésas de James Bond, de ésas bien de las películas. Un aparato infernal. Digamos, todo el hotel es de las películas. Con piletas, piscinas, par¬ques, palmeras, cocoteros, playa privada”.    Constantemente marcan que no es una mujer argentina, por diversas actitudes que tiene y decisiones que toma, como por ejemplo que va a tener una respuesta afirmativa frente a la invitación porque “está en el gran mundo internacional y sabe lo que quiere”. Hace referencia a personajes norteamericanos o europeos, como Jaquelín Bisset, Robert Mitchum, Romy Scheneider, Catherine Deneuve, Ornela Vanoni y Farrah Fawcett; nombres que, aunque el lector desconozca, puede percibir que no son argentinos.    También marca el deseo constante de tener la razón en todo o, por lo menos, opinar simulando tener conocimiento de todo. Por ejemplo, al contar que la mujer de la cual se está hablando, se besaría con un hombre pero “viste como son los yanquis, se besan por cualquier cosa” o que “los yanquis, los ingleses por ahí ven una mina que es una bestia increíble y no se les mueve un pelo. Ni se dan vuelta. No dan bola. No son latinos”. O, al comienzo del cuento, cuando opinan sobre una isla que ni siquiera están seguros de que exista. O cuando afirman que “la mina habla en voz baja, como se habla en esos ambientes internacionales”. El remate de la historia también es característico de esta necesidad de los protagonistas, que podría trasladarse a la de los argentinos, cuando Hugo afirma que “El mundo ha vivido equivocado”, frase que nombra al relato y que explica una teoría del personaje pero, sobre todo, hace alusión a este modo de pensar; aunque mi pensamiento difiera del que tiene el resto del mundo, yo soy el que tiene la razón.    Por otro lado, el relato está colmado de expresiones argentas, como “grone”, “mina”, “chamuya”, “boludeces”, “dar bola”, “macho”, “calentarse”, “estar duro tipo”, “hacerse el bocho”, “apoliyo”, “puchos”, “mate” (cabeza), “la puta que lo reparió”, “te cagó”, “te la atracás”, “junar”, “te cagás en las patas”, “garpar”, “pilcha”, “morfar” y hasta en el momento en el que lograría hablar con la mujer, festejan con un “¡Vamos Argentina todavía! ¡Se viene abajo el estadio!”; características de nuestra forma de hablar que no permiten que nos olvidemos de que, si bien los fantasías transcurren claramente en otro lugar, son sólo una utopía y los soñadores permanecen físicamente en el bar El Cairo, sito en la calle Santa Fe de Rosario.IV     Así como en este cuento se utiliza el lunfardo y el lenguaje coloquial, Sacheri hace lo mismo en su cuento. Ambos escritores apelan a este lenguaje para lograr una cercanía con el lector a través de la identificación con los personajes. Por el contrario, Fontanarrosa expone en su cuento cómo nos ven los de afuera en relación a cómo nos vemos nosotros mismos en pos de contribuir a la construcción de la argentinidad, aspecto que Sacheri deja de lado. Aparece, una vez más, esta autodenigración de la que habla Jauretche, de valorar lo ajeno y no lo propio.     El cuento “Decí que el Carozo es un tipo de recursos” fue publicado en el año 2001, antes de que estallara la crisis económica y social más grande que sufrió nuestro país. Fue escrito en el período neoliberal de los 90, época de significativas privatizaciones de empresas estatales, reducción del gasto público, aumento de la deuda externa a casi 100 mil millones de dólares, implementación del plan de convertibilidad; provocando altos niveles de desempleo y que más de un tercio de su población estuviera sumida en la pobreza.    Entre el 19 y 20 de diciembre de 2001, los argentinos salieron a la calles haciendo sonar sus cacerolas y cantando “que se vayan todos”, una consigna que resumía el hartazgo con la dirigencia política y los funcionarios de gobierno. A su vez, en medio de una situación social desesperante, muchedumbres saqueaban de supermercados y 39 personas murieron a causa de la represión policial. Así, en sólo doce días, cinco presidentes pasaron por la Casa Rosada. Si bien el cuento fue escrito antes de este estallido, ambos son productos de construcciones que se venían gestando hacía décadas. Las políticas de gobierno que se llevaban a cabo hacía 30 años, promovían la construcción de un imaginario colectivo de desprecio de la industria argentina y de sobrevaloración del producto importado, tanto de “consumo” material como cultural. Emigrar a países “desarrollados” era el único modo de progreso que veían los argentinos en esa época. En el exterior se proyectaba el progreso eterno, es así que el protagonista del cuento analizado, Coqui, tomaba la decisión de irse a estudiar a una universidad de California, porque “mirá cómo están las cosas acá, no hay laburo, no hay un mango, decime para qué carajo me maté estudiando todos estos años”, les decía a sus amigos cuando les daba la noticia.    Por otro lado, al hablar específicamente del autor, vale decir que Sacheri trabaja aspectos o temáticas cotidianos como historias de amor, drama o amistades, vivencias de la “gente común”; toma como base de los relatos al fútbol y sobre ellos construye otro como segunda temática incluida en el cuento. Entonces, se basa en dos narraciones que van de la mano para lograr unirse o encontrar su conexión en el final. Ricardo Piglia, en su “Tesis sobre el cuento” explica que el cuento consta de dos relatos, uno visible y el otro que se devela en el final. Lo que hace Sacheri es evidenciar ambas historias: la de la partida de Coqui y los episodios de los amigos al planear la forma de evitarlo y lo que tiene que ver el fútbol con esto. Al final, las junta a modo de conclusión. Sacheri, entonces, utiliza el elemento del fútbol para darle un fundamento a la historia, darle inicio al relato, poder unir elementos de lo cotidiano y dar paso al nudo y al final.    No enfatiza en aspectos sociales importantes, tales como la pobreza, el racismo o la política, sino que decide usar temas simples, que no tengan necesariamente que plantear un nuevo modo de ver las cosas.Hay varios cuentos de Sacheri que se enfocan en un contexto determinado, tales como: “Frío” que relata la historia de un ex combatiente de la Guerra por Malvinas o “En paz descansa” que relata una historia sucedida en los años ’80. Es posible que la extensión de sus cuentos no permita armar una explicación del contexto sociopolítico de las épocas de las que habla o no deje analizar aspectos profundos de tales.Utiliza la primera persona del plural. Así, al usar el “nosotros” interpela al lector y permite que éste se sienta parte de los relatos. Además, al contar historias y hechos de la vida cotidiana con un lenguaje que corresponde con la temática tratada, con la utilización de palabras coloquiales, en especial de insultos y términos del lunfardo; se da cuenta que la historia que se está contando ocurre en la Argentina. Independientemente de lo que se describe en ella, el modo de hacerlo manifiesta la temática.
    Lo que pasa, le pasa a la gente común. Hombres y mujeres de esos que caminan todos los días por la calle toman el subte o el colectivo, tienen empleos grises y se juntan en un café o en la piecita de la terraza de un amigo. Justamente por eso resulta tan fácil identificarse con cualquiera de ellos.El argentino es aquel que decide serlo culturalmente, por nuestra historia, por nuestros libros, música y pintura. Decidimos serlo tomando cuestiones que nos caracterizan y atraviesan ¿Quién dice si el argentino es de determinada manera o no lo es?No tomamos una única definición de lo que somos porque no es posible definir algo cambiante y heterogéneo. Todos pensamos de un modo distinto, nuestros pensamientos cambian con el tiempo. La sociedad argentina, así como todas, es cambiante, vertiginosa. Por eso resulta imposible hallar una definición que se adecue a todos

No hay comentarios:

Publicar un comentario