“A lo largo de nuestra historia hemos ido elaborando imágenes de nosotros mismos, buscando rostros que nos definan como país, como continente y estas imágenes se han formado con tradiciones, valores que lograron constituir un somos, un orden significativo común que nos define como grupo, que nos hace sentirnos parte de nuestra cultura, de nuestro grupo social”. (Peter Berger, “El dosel sagrado. Elementos para una sociología de la religión”)
La construcción de la identidad es un proceso dinámico permanente, que se da a partir de las diferentes experiencias, miradas, identidades, costumbres que se entrecruzan y construyen aquello que nunca permanecerá estanco y se redefinirá constantemente. Como dice Ricardo Rojas, “la identidad nacional como tal es siempre inacabada, lo que permite la asimilación de cualquier nuevo componente; aquí radica su riqueza y, en esto mismo, su debilidad”.
Por otro lado, María Cristina Chiriguini plantea en “Identidades socialmente construidas” que las identificaciones se elaboran en el plano de las subjetividades de acuerdo con nuestra propia experiencia individual, dotando de diversidad al grupo social de pertenencia”. Así, las “trayectorias individuales enmarcadas en una sociedad determinada van perfilando la construcción de la identidad, fenómeno que surge de la dialéctica entre el individuo y la sociedad” (Peter Berger y Thomas Luckman, “La construcción social de la realidad”).
En esta búsqueda constante de identidad, los artistas participan activamente, expresan sus concepciones en sus obras y se interrelacionan con las de los demás, siendo parte de una construcción dinámica. Es por eso que, en relación a la época, la construcción identitaria cambiará y que toda representación corresponderá a una parte del todo.
Como dice Chiriguini, la identidad implica la pertenencia a algo, un nosotros, y la diferencia con aquello que no somos, el otro. Así, durante la época neoliberal, el arte velaba por la construcción de una cultura que se reconocía con el afuera, con la cultura ajena. Hoy, se le da más importancia a lo que ocurre a lo largo y ancho de nuestro país, por lo que se puede hablar de una identidad nacional en constante juego entre el pasado y el presente, entre la cultura en general con la industria, la producción, la política, la economía, los deportes, la medicina, la investigación, el Estado. Esto implica la relación con las identidades y culturas de otras naciones, de otros territorios, buscando una diferenciación; aunque ésto no implica necesariamente que no se compartan ciertos aspectos.
Como el arte contribuye a la construcción de la identidad, a continuación se toman tres expresiones artísticas de diferentes momentos históricos recientes considerados como claves de la historia argentina. Es necesario tener en cuenta que, por lo antes dicho, toda representación será parcial y que el relato de lo que uno concibe como su identidad depende, en gran medida, del “aquí y ahora”. Estos materiales no fueron elegidos por ser parte de la construcción hegemónica de la identidad de cada época, sino porque se aproximan a un modo de concebir la cultura, la sociedad, la realidad de cada momento histórico.
La canción “Alicia en el país” interpretada por Serú Giran, fue compuesta por Charly García en 1980, uno de los momentos más oscuros de la historia argentina. El autor busca documentar lo que se sufría durante la dictadura cívico militar que se vivió entre 1976 y 1983, de modo implícito, para evitar la censura y hasta la desaparición. En ese momento, la identidad del pueblo argentino se veía totalmente atravesada por esta realidad, por la imposibilidad de expresión, por el miedo a hacer, ser y estar. Por la tortura, por la desaparición física de las personas, por la violación de los Derechos Humanos. Para lograrlo, este tema musical hace alusión al tradicional cuento infantil “Alicia en el País de Las Maravillas” y no porque sí en su título se omite “de las maravillas”.
Entre sus versos se advierte el deseo y la necesidad de gran parte de la población de exiliarse a otro país (“te vas a ir, vas a salir”), porque “se acabó ese juego que te hacía feliz”, lo cual se pueden interpretar como la nostalgia del pasado, de la democracia que se veía corrompida o del anhelo de hacer la revolución que tenía la juventud en ese entonces.
Por otro lado, esas “cabezas aplastadas por el mismo pie” que “juegan cricket bajo la luna” se pueden comprender como metáforas que remiten a todo un país que es aplastado por una sola persona y a la represión, la censura, las torturas y las desapariciones. Esta idea, también se expresa en los versos “estamos en la tierra de nadie, pero es mía”, donde se expresa el autoritarismo del gobierno de facto, el cual pretendió administrar nuestro país. Por último, al manifestar: “dice su señoría, el rey de espadas”, se puede deducir que Charly García simula referirse al personaje del texto de Lewis Caroll, un Rey ignorante, incapaz pero que en realidad alude al presidente de la Junta Militar, Jorge Rafael Videla.
Acercándonos un poco más al presente, el cuento de Eduardo Sacheri, “Mirá que Carozo es un tipo de recursos”, escrito durante la crisis provocada por el neoliberalismo, período en el cual lo argentino era concebido como mala calidad y estaba sobrevalorado lo que era traído de afuera. Así, en el cuento se ve no sólo la crisis económica sino también identitaria y cultural, concibiendo como único modo de progreso la huida del país. Toma al fútbol como rasgo común entre los argentinos, como el deporte local por excelencia, como espacio de intercambio, de disfrute y al lunfardo como lenguaje corriente.
En 1968 Arturo Jauretche ya definía en su “Manual de zonceras argentinas”, que “todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar", como primer zoncera: de Civilización y Barbarie. Este imaginario colectivo se seguiría construyendo durante décadas, como se puede ver en la canción y el cuento antes mencionados. Hoy, se busca romper con este ideal, valorando la cultura local.
Así, en el año 2010 la Telvisión Pública comenzó a transmitir una serie de micros producidos por Bruno Stagnaro, titulados “Argentina desde adentro”. Éstos invitan a recorrer los diversos modos de habitar nuestro país. Los propios productores explican su labor al manifestar su objetivo: “Reconocernos en nuestra diversidad, acercarnos a las múltiples voces, historias y tradiciones que nos constituyen como argentinos”.
En ellos se muestran trabajadores tales como relojeros, camioneros, trabajadores del campo, de las salinas, peluqueros, cristaleros, orfebres. Es clara la intención de visibilizar una mirada diferente a la hegemónica sobre lo que es el ser argentino y sobre lo que vale la pena exhibir, ofreciendo una mirada totalmente diferente a la que puede ofrecer una publicidad. Un claro ejemplo es “Un mate para Sabina”, en él se muestra el “detrás de escena”, todo lo que ocurre previo al consumo de este producto. Así, en un minuto veinte, se evidencia el esfuerzo que hacen día a día los trabajadores de la yerba y el delicado oficio de aquellos que hacen los mates. En este caso, se puede ver a este ícono argentino, tan utilizado para definir nuestra identidad, a este cliché rioplatense, tomado desde otro lado, trabajando sobre lo que no se ve. Esto, aunque no sea lo que se muestra habitualmente (porque no es lo que se vende) es tan parte de nuestra
identidad, o más, como lo es succionar una bombilla mientras se intercambian unas palabras con otro individuo.
Es así que se pueden evidenciar modos totalmente diferentes de ver y definir al ser argentino. Partiendo de las diferencias epocales, de los contextos, de los autores de esas definiciones y de las perspectivas en las cuales se decide trabajar en la definición de un concepto tan amplio como es la identidad. Si bien no se puede decir que los autores de las expresiones artísticas seleccionadas se manifiesten con el objetivo de definir la identidad argentina, sus declaraciones contribuyen claramente a esta construcción. En ellas, se esclarece la influencia del contexto y de la experiencia por la que están pasando los autores a la hora de expresarse. Es por eso que toda interpretación sobre la identidad es parcial, subjetiva y tendenciosa, más allá de que algunas parezcan “más completas” que otras o se acerquen más a la definición personal.
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