lunes, 7 de julio de 2014

El fútbol y la pasión irracional



   

 Los cuentos de  Eduardo Sacheri son característicos por un elemento en común: el fútbol. El deporte más popular del país aparece directa o indirectamente en sus relatos, ya sea representando el juego en sí o las prácticas que se realizan a su entorno.           
   Los hábitos que se tejen a través de un partido son la principal característica de las leyendas que construye Sacheri.  La historia no  son necesariamente de este juego: desde los vínculos que se forman en torno a la pelota, los ritos, los códigos, las cábalas, el amor a un equipo de fútbol, lo anecdótico hasta un crimen.                                             
   Así es como sucede en “El secreto de sus ojos”, una película que se basa en la novela “El milagro de sus ojos” de Sacheri. En esta historia es destacable la escena en que el personaje Sandoval, borracho en el bar, descubre el significado de las cartas escritas en código por el asesino de la joven Liliana Colotto.           
   En esa toma son relevantes las palabras que Sandoval narra: “El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión.”                                       
   La pasión es una condición que aparece detrás de cada relato futbolístico. Actualmente en Argentina está prohibido el ingreso de hinchas visitantes en los estadios ¿Qué tiene que ver esto? Está relacionado con la pasión irracional y delictiva de aquellos hinchas fanáticos organizados denominados como “la barra brava”. 
   Pabo Alabarces[1] menciona que este grupo constituye una comunidad de pertenencia que se define por la posesión del “aguante”. Él explica que para las  hinchadas, el aguante funciona como un sistema de honra y prestigio vinculado indefectiblemente a los enfrentamientos físicos.
La circunstancia que desde mitad de 2013 sólo esté permitido el público local determina  la irracionalidad de este “aguante”. Sin intentar generalizar, pero inevitable que la violencia de unos pocos determine la asistencia para ver un evento de fútbol, estorba la posibilidad  de que todos puedan seguir al equipo más allá.                                      
Las canchas en Argentina ocupan un lugar de “descargo” donde la moral queda en la vereda y que con la calidez de la tribuna, los hinchas potencian su pasión y parece que se olvidan del respeto. Así sucede que se dice lo que se cante sin ningún patrón de racionalidad, cuando las actitudes y los cantos exceden los límites del folklore.
   “Toda acción violenta, y en particular la violencia protagonizada en el ámbito del fútbol, es concebida comúnmente como una señal de irracionalidad, barbarie y salvajismo desde el sentido común hegemónico. Cuando estos hechos aparecen en los medios de comunicación, sus actores son observados y descriptos como “salvajes”,“bárbaros” o como “los inadaptados de siempre””, explica Alabarces.
   Dejando de lado la complejidad del tema que tiene que ver con las negociaciones de los hinchas con los directivos de los clubes como la complicidad policial, pero no ajena a la actualidad.  Es una realidad que el año pasado hubo 13 muertes por la violencia ya sea entre distintas barras, dentro de la misma hinchada o con la policía.                        
   El fútbol es el deporte que más convoca, que más apasiona y une en el país.  Que los  distintos colores de las camisetas o las corrupciones lo manchen con muertes y violencia es absurdo. Es necesario crear  políticas serias de  planificación y  reeducación para revertir estas fatalidades, regresar a las canchas y volver a vivenciar la familiaridad de las tribunas.







[1] Pabo Alabarces es un sociólogo especializado en culturas populares. Él escribió "Crónicas del aguante. Fútbol, violencia y política

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