Los cuentos de Eduardo Sacheri son característicos por un
elemento en común: el fútbol. El deporte más popular del país aparece directa o
indirectamente en sus relatos, ya sea representando el juego en sí o las
prácticas que se realizan a su entorno.
Los hábitos que se
tejen a través de un partido son la principal característica de las leyendas
que construye Sacheri. La historia
no son necesariamente de este juego:
desde los vínculos que se forman en torno a la pelota, los ritos, los códigos,
las cábalas, el amor a un equipo de fútbol, lo anecdótico hasta un crimen.
Así es como sucede
en “El secreto de sus ojos”, una película que se basa en la novela “El milagro
de sus ojos” de Sacheri. En esta historia es destacable la escena en que el
personaje Sandoval, borracho en el bar, descubre el significado de las cartas
escritas en código por el asesino de la joven Liliana Colotto.
En esa toma son
relevantes las palabras que Sandoval narra: “El tipo puede cambiar de todo: de
cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa
que no puede cambiar… no puede cambiar de pasión.”
La pasión es una
condición que aparece detrás de cada relato futbolístico. Actualmente en
Argentina está prohibido el ingreso de hinchas visitantes en los estadios ¿Qué
tiene que ver esto? Está relacionado con la pasión irracional y delictiva de
aquellos hinchas fanáticos organizados denominados como “la barra brava”.
Pabo Alabarces[1]
menciona que este grupo constituye una comunidad de pertenencia que se define
por la posesión del “aguante”. Él explica que para las hinchadas, el aguante funciona como un
sistema de honra y prestigio vinculado indefectiblemente a los enfrentamientos
físicos.
La circunstancia que desde mitad de 2013 sólo esté permitido
el público local determina la
irracionalidad de este “aguante”. Sin intentar generalizar, pero inevitable que
la violencia de unos pocos determine la asistencia para ver un evento de
fútbol, estorba la posibilidad de que
todos puedan seguir al equipo más allá.
Las canchas en Argentina ocupan un lugar de “descargo” donde
la moral queda en la vereda y que con la calidez de la tribuna, los hinchas
potencian su pasión y parece que se olvidan del respeto. Así sucede que se dice
lo que se cante sin ningún patrón de racionalidad, cuando las actitudes y los
cantos exceden los límites del folklore.
“Toda acción
violenta, y en particular la violencia protagonizada en el ámbito del fútbol,
es concebida comúnmente como una señal de irracionalidad, barbarie y salvajismo
desde el sentido común hegemónico. Cuando estos hechos aparecen en los medios
de comunicación, sus actores son observados y descriptos como
“salvajes”,“bárbaros” o como “los inadaptados de siempre””, explica Alabarces.
Dejando de lado la
complejidad del tema que tiene que ver con las negociaciones de los hinchas con
los directivos de los clubes como la complicidad policial, pero no ajena a la
actualidad. Es una realidad que el año
pasado hubo 13 muertes por la violencia ya sea entre distintas barras, dentro
de la misma hinchada o con la policía.
El fútbol es el
deporte que más convoca, que más apasiona y une en el país. Que los
distintos colores de las camisetas o las corrupciones lo manchen con
muertes y violencia es absurdo. Es necesario crear políticas serias de planificación y reeducación para revertir estas fatalidades,
regresar a las canchas y volver a vivenciar la familiaridad de las tribunas.
[1] Pabo Alabarces es un sociólogo especializado en culturas
populares. Él escribió "Crónicas del aguante. Fútbol, violencia y política
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